Intenso regreso


27 de diciembre.
Me encontraba en un largo viaje por carretera de vuelta a casa. Era tan temprano que el sol aún dormía, supe que el regreso iba a suponer un enorme punto y a parte en mi vida. 

Mis ojos buscaban siluetas en la oscuridad que me cubría, tratando de capturar una imagen que me recordase ese instante. Mis pensamientos se volvían cada vez más recurrentes, me saturaban por momentos. Sabía que demasiados cambios, demasiadas despedidas, demasiadas lágrimas me habían acompañado. Desde hacía demasiado tiempo, mis límites estaban sobrepasados. 

Mis manos estaban tensas y a la vez las sentía dormidas. Me recordaban que algo no iba bien, que estaba en el precipicio de verdad. Sentía que mi empeño en ser fuerte se había convertido en una gesta inútil.
Mis pensamientos se dirigieron de manera súbita hacía las personas que me acompañaban en el coche. Las miré, cerré los ojos y suspiré, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Respiraba un tenso y desesperanzado ambiente, mezclado con un profundo cansancio.
Miraba al frente, aún se veían luces encendidas, aunque el sol ya había despertado. Mi mente continuaba acelerada, ahora pensaba en las personas que dejaba atrás. En cómo se sentirían, en cómo estarían, en cómo las ayudaría. 

El día despertó soleado, había algo de tráfico y el cansancio cada vez más pesado. Silencio, en el interior del vehículo acompañado con un molesto zumbido en mi cabeza. Mientras trataba de dormir algo, las pérdidas del pasado también se hicieron presentes. Me  traían un familiar sentimiento de abatimiento, de incapacidad. Sentí que podría haber decepcionado a personas cercanas. Sentí que no había tenido el valor, la energía necesaria. Dejé que la distancia se instaurara, no luché por mantenerme cerca. El fracaso se hizo tan real, tan abrumador...
Mis ojos se cerraban, pero mis pensamientos no cesaban. Vértigo provocado por dirigirme,de nuevo, hacía un pozo del que tardaría en escapar.
Una voz en mi cabeza seguía augurando malos momentos, para demasiadas personas que me importaban. 

Recordé momentos de esos días que dejaba atrás. Los paseos por el campo, las conversaciones ante la candela,abrazos reparadores, reencuentros y despedidas. 
Mis manos empezaron a temblar por un motivo muy extraño, me invadía un sentimiento desconocido que también sentía como familiar.
Un bache en el asfalto me hizo dar una fuerte cabezada. Abrí mis ojos. Decidí que ya viví suficiente negación, que esta vez, no podía mirar hacía otro lado. 
Mi mente ahora parecía hablarme, parecía conducirme hacia alguna respuesta. Ideas relacionadas con compartir y estar presente. Ideas que me empujaban hacia alguna solución, algo en mí se despertó durante ese viaje. Necesitaba detener la espiral. Una voz interior iba tomando fuerza y me hablaba sobre el deber de consolar, de hacer reír,de escuchar. Hablaba sin parar, sobre cómo ayudar a otros, hablaba de compartir, hablaba de dejar de esconderse. 



A continuación, me sorprendí imaginando palabras en un cuaderno. Historias que hablan de momentos de dolor y desaliento, emociones silenciadas. Historias que hablan de aprendizaje y crecimiento. Historias que muestran comprensión y consuelo. Historias que ofrecen esperanza. Historias... 
Sigo sin saberlo aún, pero algo me hace sentir que enlazando retales nació de ese intenso regreso.


PESPUNTE:

Siento la pérdida en la mirada de personas cercanas. Miradas de personas a las que aprecio, personas a las que quiero. 
Siento la pérdida reflejada en el espejo. Miradas que llegan tan adentro. 
Ante esas miradas, sentí caer, entonces descubrí que el adiós duele . El adiós... requiere tiempo.  El adiós... te enseña.


Acepté que hay cosas que no podré evitar en mi vida, ni en la vida de los que amo.
Necesité compartir mi experiencia y aliviar la carga, que mis hombros soportaban.
Decidí cómo afrontar ciertas situaciones incómodas y cuándo procurar evitarlas.
Aprendí a vivir intensamente los instantes de felicidad, que nos obsequia la vida. 
Reconstruí mis pedazos con charlas, con abrazos, con lágrimas y con sonrisas.

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