Desafío
Aquel jueves, al entrar en mi apartamento me sorprendí, estaba en penumbra cuando llegué del trabajo. Me extrañó sobremanera, eran las tres de la tarde y estábamos empezando un caluroso mes de junio, el sol brillaba con intensidad afuera y recordaba claramente haber levantado las persianas aquella mañana.
Lo entendí enseguida al ver su cartera y las llaves en la entrada. Él había llegado antes que yo, otra rareza.
Tropecé con algo en el suelo y casi me doy de bruces contra la mesa del salón. Una risa entre divertida e impaciente me distrajo, provenía del fondo del pasillo. Su risa se convirtió en susurro: si quieres jugar sigue el camino marcado.
Lo entendí enseguida al ver su cartera y las llaves en la entrada. Él había llegado antes que yo, otra rareza.
Tropecé con algo en el suelo y casi me doy de bruces contra la mesa del salón. Una risa entre divertida e impaciente me distrajo, provenía del fondo del pasillo. Su risa se convirtió en susurro: si quieres jugar sigue el camino marcado.
Mi cara cambió de expresión al instante, de asombro mutó a perversión. Agudicé la vista y entre las sombras vi que aquel barullo sobre el suelo era su ropa. Unos centímetros más adelante una cuerda roja extendida que me guiaba hacia el dormitorio.
Me quité los tacones y la falda, decidí dejarme las medias puestas. Caminaba despacio y sonriendo maliciosamente mientras me desabrochaba la blusa. Al llegar a la habitación él estaba sentado reclinado en la butaca junto a la ventana. Tan solo llevaba el calzoncillo puesto y sostenía el resto de cuerda. A pesar de que no podía ver su cara con suficiente nitidez, notaba intensamente su mirada clavada sobre mí y sus labios tenían una mueca inconfundible.
No dijimos nada, en ese instante. Me acerqué y me senté a horcajadas sobre él y acerqué mi cuello a su boca. Él olió mi pelo, y pasó suavemente su lengua recorriendo mi cuello hasta llegar a mi oreja. Un segundo después nuestras lenguas empezaron un duelo.
Mientras me besaba, me quitó la camisa bruscamente, su siguiente movimiento le llevó a arrancarme el sujetador.
Detuvo en seco los besos, en un impulso se levantó y nos pusimos uno frente al otro de pie. Me agarró fuerte de las muñecas y las llevó a mi espalda. Sus habilidosas manos empezaron a inmovilizarme con la cuerda. Una atadura en las muñecas fue recorriendo mi espalda envolviendo también mis senos.
La soga en tensión sobre mi cuerpo justo en la dosis adecuada, esa que rozaba algo el dolor pero causaba placer al mismo tiempo. Aún no nos habíamos dicho nada, yo tan solo le miraba atónita, expectante y excitada. Él me miraba hambriento y comenzó de nuevo a besarme, con su mano derecha en el interior de mi muslo me obligó a abrir un poco las piernas, hasta que pudo pasar la cuerda entre ellas. Cuando consideró que ya había suficiente cuerda sobre mi piel, dio un fuerte tirón que me hizo estremecer.
La soga en tensión sobre mi cuerpo justo en la dosis adecuada, esa que rozaba algo el dolor pero causaba placer al mismo tiempo. Aún no nos habíamos dicho nada, yo tan solo le miraba atónita, expectante y excitada. Él me miraba hambriento y comenzó de nuevo a besarme, con su mano derecha en el interior de mi muslo me obligó a abrir un poco las piernas, hasta que pudo pasar la cuerda entre ellas. Cuando consideró que ya había suficiente cuerda sobre mi piel, dio un fuerte tirón que me hizo estremecer.
Entonces sin casi aliento, me pronunció al oído en un jadeo las primeras palabras: prepárate... empieza el juego.
Si fuera mi caso, preferiría que se hubiera dejado los tacones puestos. Pero no soy de amarrar.
ResponderEliminarMe ha gustado, está bien narrado.
Saludos cordiales.
Bien narrado y muy excitante.
ResponderEliminarSaludos.