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jueves, 25 de junio de 2015

Almas tras la batalla



Una tarde de invierno Nick, conocido como el soldado ojos azules, cabalgaba a buen ritmo. Al llegar al arroyo, se detuvo para que el jamelgo se repusiera con agua fresca. Llevaba tanto tiempo cabalgando, que había perdido la cuenta de las millas recorridas. 
A pesar de la época del año, el día era soleado y la temperatura era realmente agradable. Mientras empapaba su pañuelo y refrescaba su rostro, se sorprendió al mirar en dirección al siguiente prado. 






Un incesante destello de luz en el horizonte, despertó su atención. Montó de nuevo en su caballo, con un pellizco en su interior, puso rumbo al prado. 

Al llegar al inicio del llano desmontó. El destello proseguía, agarró fuertemente las riendas y decidió proseguir a pie. Algo dentro de él, le decía que debía llegar al lugar despacio. 

A lo lejos divisó una canija silueta, repentinamente se sintió algo inquieto. Prosiguió caminando junto al caballo y a lo lejos, la vio sola. Ella corría libre entre amapolas, se movía sin preocupación, su semblante expresaba inocencia.


Una punzada atravesó su corazón, contemplaba desde la distancia a su niñita de pelo corto. 

Su chiquilla lucía un blanco vestido, parecía manchado de verdín. Ella correteaba alegre, daba saltos y  se detenía a oler las flores. 

Los pasos de Nick, momentáneamente, se volvieron inestables. Mientras se iba acercando, pudo vislumbrarla con claridad. Ella, que se había sentado, estaba entretenida tejiendo una colorida guirnalda. Aceleró el paso, sin apartar la mirada. Le recorrió una abismal sensación, ella parecía esperarle. 


El soldado ojos azules se detuvo, al fin, ante ella. El esperado encuentro, se hace presente. 
Por un instante, duda, no sabe que decirle, pasó tanto tiempo... Tiene miedo, tiembla y como reacción nerviosa empieza a reír a carcajadas. 
Ella se gira, él coge aliento. La chiquita, al ver a su padre delante de ella, grita de alegría, se abalanza sobre él y se hunde en su pecho. Los dos caen sobre las flores, sus ojos se reencuentran sobrando las palabras. Ambos no pueden remediar desahogar retenidas lágrimas.



El destello en el cielo cesó, ante un lamento por largo tiempo sostenido. En el aire brotaba una dulce voz, que en un sollozo exclamaba:

¡Papá por fin encontré la paz, terminó la cruel guerra!



Cuenta una ancestral leyenda, que existe un lugar donde descansan las almas derrotadas. Es un silencioso testigo de reencuentros. 
Se trata de un desconocido paraje con una peculiaridad, cada alma lo transforma en un paisaje de su recuerdo. 
En ese lugar, cada alma trae consigo una tortuosa historia, aunque allí las almas se sienten a salvo, pues el pasado les deja de importar. 






jueves, 18 de junio de 2015

Sed de ella

De un largo trago, acabo mi copa. Le hago un gesto al camarero, de nuevo, necesito saciar esta sed. He llegado demasiado pronto, llevo más de una hora esperando, no podía aguantar más la espera. Ahora sé que falta poco para que aparezca, lo intuyo. Mentalmente trato de construir frases coherentes, aun no tengo claro como empezaré mi discurso, pero hoy he decidido dar este paso. Imagino su cara sorprendida, trato de creer en que irá bien, pero mi inseguridad crece con cada pensamiento. 

Me pierdo un instante, unos ojos verdes, me miran fijamente al final de la barra. No creo que sea capaz de entender como me siento en este momento. He callado tanto... mi silencio ahora son cadenas que  inmovilizan mis pasos, oprimen mi pecho y envenenan mis labios.
La observo detenidamente mientras se acerca. Se ha puesto "esos" tejanos y la blusa estampada de violetas, esa que deja al descubierto un sugerente hombro. Adoro esos taconazos negros, elevan sus interminables piernas, me detengo en sus caderas. El brillo de su pintalabios cubre el fruto que me incita al pecado. 
Un escalofrío recorre maliciosamente mi vientre. Nos imagino como dos almas libres, sin importar el mañana. Desearía que las reglas no existieran, transformar este concurrido lugar en el escenario de nuestra lujuria. Sentir que, ella, es mi único abrigo en un día frío de enero.  Hablarnos con dificultad por un aliento entrecortado,  aferrarnos a ese intenso calor, ese tipo de calor que solo se siente piel contra piel. 

Ella camina rompiendo el suelo. A cada paso, su media melena se balancea con gracia. Me ha visto, se dirige hacia mi mesa acortando la distancia. Yo, siento estar lejos de aquí, en una distancia insalvable de esta realidad. El espacio se reduce, sigo dudando. Nos miramos fugazmente, yo lo hago con deseo, quiero pensar que ella lo hace de la misma forma. Me sonríe, me besa delicadamente en las mejillas. Antes de pedirle algo al camarero, me suplica trasladarnos a la terraza, se muere de ganas de apurar la luz del día, además en el bar estrenan nuevas butacas. 
Le concedo su entusiasmada petición. Ella me aprieta la mano, tras de sí me arrastra entre la multitud que nos ha ido rodeando.
Al llegar nos sentamos en la mesa más apartada. Compartimos un breve instante de trance observando, a lo lejos, el romper de las olas.
Nos interrumpen al traernos las copas.
La conversación empieza con insignificantes detalles, repasamos los últimos días sin encontrarnos.
Disimulo mi intensa inquietud, me esfuerzo en reprimir un impulso de morderle el labio. 

Me muestra ilusionada fotografías de un concierto. La presiento dubitativa en sus posteriores palabras. Salgo de mi distracción al observar la última imagen. No puedo creer lo que me enseña, un vuelco en el corazón que se transforma en dolor. 
Ella se incomoda, lo puedo sentir. Me explica que hace pocos meses que ocurrió, que no sabia como decírmelo, pero que se siente dichosa. 
No atino a decir algo coherente, me quedo observando esa foto en la que besa y abraza a otra persona. Ella sigue parloteando y deslizando su dedo por el móvil. Yo no dejo de culparme por mi cobardía.  Regreso al presente, la detengo repentinamente. La peor posibilidad se revela ante mis ojos. Sin ninguna duda, reconozco a la otra chica, se trata de Ester, su ex. 

Ante semejante estampa, me hallo desorientada, temerosa. Me acerco y le doy un simulado abrazo de aprobación.
Brindamos por la noticia y apuro mi copa, que deja un sabor amargo en mi boca. Resignada a permanecer deseándola en la sombra, seguiré, sedienta de ella. 





jueves, 11 de junio de 2015

Dibujando el camino

Muy cerca de la puerta de mi casa hay un camino angosto, casi escondido para el mundo. Pocas personas deciden pasear por él, porque fue olvidado y se tornó incómodo. Está cubierto de  piedras y maleza e incluso algún resto biológico de animal.  Hace demasiados años que dejó de importar, pero ahí está.
Ese maltrecho sendero por el que ningún alma transita, es un olvidado pedregal que pasa desapercibido. 

Fue Celeste quien me habló de ese secreto.Me invitó a acompañarla en una tarde de primavera. Nos dirigimos las dos ataviadas con ropa cómoda para pasear. Pasamos el primer tramo con algo de dificultad. Había llovido durante toda la noche, el fango estaba demasiado fresco y las rocas del camino resbalaban. Tras varios traspiés seguidos de carcajadas y comentarios jocosos, continuamos por la vereda del olvido. 
Celeste me explicaba como se sentía últimamente. No podía conciliar el sueño desde hacía semanas. Se sentía confusa, pues al principio se sintió abrumada por la multitud de apoyo que recibió. A pesar que sólo hacía unos meses de aquello. Ahora, en cambio, se sentía abandonada por algunas personas y a la vez, se sentía demasiado lejos de aquellos que permanecían a su lado. Un tremendo sentimiento de soledad interior la abrazaba. Me decía, que cada vez era consciente que esto la cambiaría. Sentía miedo, hacía donde se dirigía, un barco sin rumbo que transporta únicamente incertidumbre. 
Me sentí culpable al instante, no había estado muy pendiente de ella, estaba demasiado abstraída en mi nuevo trabajo. Intenté excusarme, cuando tropecé. Celeste me sostuvo antes de que cayera del todo. Me disculpé y agradecí su gesto. 
Proseguimos la caminata algo incómodas, me sentía mal por ella. No sabía qué decirle para consolarla, para hacerle entender que no estaba sola, que yo estaba allí a su lado.
El camino ahora se convertía en un empinado obstáculo. La subida era difícil estaba repleta de profundos surcos. Celeste hábilmente pasó primero, me sorprendió la habilidad con la que se movía, repentinamente recordé la última vez que la vi. Estaba tan diferente, me explicaba que se sentía mal, pero yo la veía repleta de vida desprendía una energía renovada. 

Al llegar a la cima, llegamos al lugar que deseaba enseñarme. Por un momento no entendí nada, estábamos ante una valla metálica con un gran candado. Ella sacó unas llaves, abrió la verja y me invitó a pasar. 
Me quedé sorprendida al ver un hermoso huerto, emanaba vida y color. Al fondo del terreno, había una pequeña cabaña con un porche, la madera recién barnizada brillaba bajo el sol. 

Celeste me miraba algo intrigada, esperaba una reacción. Me puse a llorar y no sabía exactamente porqué. Me alegré de estar en ese lugar con ella. Ese lugar era exactamente el que ella me describió aquella tarde en el hospital. Me derrumbé, porque le prometí ayudarla en ese proyecto, y no lo hice por miedo. No sabía como consolarla tras su accidente, no podía ni imaginar cómo me sentiría yo en su lugar...  

Ella me miró y me entendió al instante. Acudió a abrazarme tan fuerte que dejó caer las muletas y me dirigió unas palabras cargadas de realidad:

- No te sientas mal. Ha sido duro entenderlo... pero sé que reconstruirme era algo que debía hacer sola, ahora cada día soy más fuerte.





Cerca de la puerta de mi casa hay un camino angosto, casi escondido para el mundo. En cambio, a mí me transporta al paraíso que Celeste había construido vertiendo lágrimas. Ese sendero difícil de recorrer, es el camino por el que ella pasa diariamente con constancia y empeño. Ahora miro ese camino de una forma diferente, donde había tristeza mis ojos dibujan esperanza. Ahora al pasar por allí, solo imagino a Celeste brincando con su única pierna y manejando ágil sus muletas entre las piedras. Ahora lo único que recuerdo es a Celeste dibujando su propio camino. 

jueves, 4 de junio de 2015

Retales capturados

Esta semana un retal algo diferente, pues he decidido estrenar... Bien no sé como llamarlo, lo más parecido sería... ¿una sección?
Desde que empecé a escribir el blog, admito que he ido descubriendo un medio fascinante, lleno de posibilidades. 
He de confesar que era ocasional lectora de otros blogs. Pero desde que me encuentro en esta "otra parte" de la pantalla, leo con más asiduidad a otros bloggers, confieso que devoro este tipo de contenidos en la red. Es sobrecogedor conectar a través de palabras en la distancia y disfrutar de historias de otras almas inquietas. En resumen después de asomarme a este universo, que me sorprende cada vez más, declaro que estoy enganchada a este mundillo. 
Esto hace que quiera aprender más, me divierto investigando nuevas formas de hacer, me preocupo en adecuar la estética al contenido. Me pierdo en largas búsquedas de fotografías inspiradoras (me estoy haciendo adicta, sobretodo a pixabayTodo esto, sin olvidar que lo gratificante que es compartir mis retales con todo aquel que pasa por este rincón.

Después de tantas confesiones de una entusiasta novata... Quisiera explicar, que la entrada de esta semana trae aires diferentes. Hoy presento: retales capturados. 

La idea se me ocurrió una tarde mientras preparaba las publicaciones de la página en  facebook de enlazando retales(no lo había mencionado) Es la página en la que publico semanalmente, los avances y los enlaces a mis retales.

Admito que he empezado demasiado tarde en esto de la edición fotográfica. Ha sido algo que siempre me ha gustado, pero sinceramente, nunca he encontrado tiempo para profundizar en ello. Por eso cuando hace unos meses conocí fotor, agradecí que sea tan intuitivo de utilizar... por eso de tener poca idea y ser autodidacta.

En la etiqueta retales capturados, encontraréis una recopilación de fragmentos y frases de mis retales, interpretadas con imágenes. Para hacer algo más especial esta entrada, encontraréis bastantes imágenes inéditas. Pues, me hace ilusión empezar recordando mis primeros retales. 

Espero que os guste la captura. 





















































En mí nace una voz, que me susurra insistente al oído ideas. Palabras que dibujan imágenes, imágenes que afloran en palabras.




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