Almas tras la batalla



Una tarde de invierno Nick, conocido como el soldado ojos azules, cabalgaba a buen ritmo. Al llegar al arroyo, se detuvo para que el jamelgo se repusiera con agua fresca. Llevaba tanto tiempo cabalgando, que había perdido la cuenta de las millas recorridas. 
A pesar de la época del año, el día era soleado y la temperatura era realmente agradable. Mientras empapaba su pañuelo y refrescaba su rostro, se sorprendió al mirar en dirección al siguiente prado. 






Un incesante destello de luz en el horizonte, despertó su atención. Montó de nuevo en su caballo, con un pellizco en su interior, puso rumbo al prado. 

Al llegar al inicio del llano desmontó. El destello proseguía, agarró fuertemente las riendas y decidió proseguir a pie. Algo dentro de él, le decía que debía llegar al lugar despacio. 

A lo lejos divisó una canija silueta, repentinamente se sintió algo inquieto. Prosiguió caminando junto al caballo y a lo lejos, la vio sola. Ella corría libre entre amapolas, se movía sin preocupación, su semblante expresaba inocencia.


Una punzada atravesó su corazón, contemplaba desde la distancia a su niñita de pelo corto. 

Su chiquilla lucía un blanco vestido, parecía manchado de verdín. Ella correteaba alegre, daba saltos y  se detenía a oler las flores. 

Los pasos de Nick, momentáneamente, se volvieron inestables. Mientras se iba acercando, pudo vislumbrarla con claridad. Ella, que se había sentado, estaba entretenida tejiendo una colorida guirnalda. Aceleró el paso, sin apartar la mirada. Le recorrió una abismal sensación, ella parecía esperarle. 


El soldado ojos azules se detuvo, al fin, ante ella. El esperado encuentro, se hace presente. 
Por un instante, duda, no sabe que decirle, pasó tanto tiempo... Tiene miedo, tiembla y como reacción nerviosa empieza a reír a carcajadas. 
Ella se gira, él coge aliento. La chiquita, al ver a su padre delante de ella, grita de alegría, se abalanza sobre él y se hunde en su pecho. Los dos caen sobre las flores, sus ojos se reencuentran sobrando las palabras. Ambos no pueden remediar desahogar retenidas lágrimas.



El destello en el cielo cesó, ante un lamento por largo tiempo sostenido. En el aire brotaba una dulce voz, que en un sollozo exclamaba:

¡Papá por fin encontré la paz, terminó la cruel guerra!



Cuenta una ancestral leyenda, que existe un lugar donde descansan las almas derrotadas. Es un silencioso testigo de reencuentros. 
Se trata de un desconocido paraje con una peculiaridad, cada alma lo transforma en un paisaje de su recuerdo. 
En ese lugar, cada alma trae consigo una tortuosa historia, aunque allí las almas se sienten a salvo, pues el pasado les deja de importar. 






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