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jueves, 26 de marzo de 2015

Espera

Mañana podría ser tarde, y lo sé. Mañana me habré ido, quizás no vuelva jamás. En una estación de tren, me quedé sentada viendo partir a los demás. Inmóvil, sin suficiente coraje para coger ese tren. Mi vientre desgarrado, mi corazón partido y mis brazos vacíos.

Mañana es tarde, y lo sé. No puedo posponer más. Demasiado tiempo llevo sentada en un banco frío. Demasiado tiempo perdido, malgastado en un mueble sin sentido. Miro a mi izquierda, y comprendo porqué no me moví aún, no estuve siempre sola en mi parálisis. 

Mañana puede ser tarde, estaba lista para acabar con la espera. Mientras, sus castaños ojos me miran, me piden que le acompañe. Su pelo recién cortado, su dulce sonrisa y su mano que acaricia la mía. Mis lágrimas resbalan sin control por mis mejillas, me dejan temblando y muerta de angustia.





Mañana será tarde, y lo sé. Debo decidir actuar, debo dar el paso. Me levanté y cogí con fuerza mi equipaje, dije en voz alta:
 - Cojo el siguiente tren,  ¿Y tú?.- No obtuve respuesta.

No habrá mañana, pensé. La esperanza se desvanecía completamente, cuando miré su expresión. Me volví un instante, cerré los ojos y respiré para coger aliento. Un escalofrío seguido de un mal presentimiento. Esperé demasiado, pensé y ahora... ahora es tarde.

Distraída con mis pensamientos de un futuro incierto, mi cuerpo reaccionó a un estirón de manos. Era un acto firme, de seguridad, me dejé llevar. Mi equipaje voló tras de mí. 
Allí en un asiento de tren, nos reencontramos, sentados juntos de nuevo. Asustados, indecisos, nerviosos, como dos niños. Nos cogimos más fuerte de la mano y nos miramos fijamente a los ojos. Hoy, finalizaba la espera, hoy empezaba el viaje. Suspiramos aliviados, sonreímos y nos dejamos balancear por el traqueteo del tren. Estábamos, al fin en movimiento. 



PESPUNTE:

La espera por dejar atrás situaciones difíciles,  la espera por salir de una situación de bloqueo... hace que la esperanza vaya disminuyendo.
Esperar y conservar esperanza, puede darte la respuesta. No permitas que desaparezca completamente, guárdala, aunque tengas que hacerlo en una cajita. Mantener esa pequeña esperanza, puede ofrecerte motivos que te hagan mirar, motivos que te hagan caminar hacia adelante. 

jueves, 19 de marzo de 2015

Retales ausentes

Hoy abrí un cajón antiguo, aún no sé como he logrado conservar estos escritos... ahora me parecen retales de otra vida... retales olvidados, ausentes, hoy rescatados.
Hoy enlazo retales de mi adolescencia. La adolescencia. ¡Tremenda etapa!Ya en esa época tenía la costumbre de gestionar mis emociones a través de un bolígrafo y una libreta, buscaba mi libertad con palabras... Guardo varias poesías de aquella época extrema de la vida...  época de pasiones exageradas, de hormonas en explosión, también de desafío, época de despedida y de encuentro.
  
Volviendo a leer esas líneas, caigo en la cuenta de que en muy pocas ocasiones he escrito en verso directamente a alguien. Siempre dedicaba las rimas al tormento de los sentimientos. Por excelencia, prácticamente como manda la tradición de esa edad, la temática estrella era el amor. El amor desmedido, el amor enloquecido, el amor desatendido, el amor intenso... En definitiva lo que una chica de 15 años creía que era el amor.
Quizás mi tendencia a narrar emociones venga ya de esa época. Quizás mi yo actual guarde todavía algo de aquella adolescente, o quizás entonces ya era algo adulta. En cualquier caso, no lo sé. Esos retales que escribí hace años para descargar mi mente, para sentir, para recordar y para olvidar. Esos olvidados momentos, hoy me hicieron sonreír.

En esta entrada, quiero compartir un poema especial para mí y aunque mis escritos tienen mucho de mí, éste es diferente, lo considero más personal. Este poema fue inspirado por alguien que apenas conocí en persona. Pero sé que era una persona increíble y todo corazón. Su recuerdo ha perdurado de tal manera, que marcó muchos momentos de mi infancia. Sin apenas conocerla, la reconozco y la veo en personas muy cercanas. Me apetece compartirlo sin más, a mi manera le hago este homenaje. 






Después de más de quince años no acabo de reconocerme escribiendo estas palabras. Pero resulta curioso... me sigue recordando a ella. 



PESPUNTE: 

Hoy sin poder remediarlo, acabo esta entrada enlazando un pequeño retal, de otra ausencia. Una herida, demasiado reciente, pero también muy significativa. 

  
Hoy llueve,  el huerto está desierto,
miramos con nostalgia 
ese cielo que os arropa.

Mi ángel, volví a abrir mi ventana

aunque mucho esperaste , 
ahora, estás menos sola, 
 al fin el sol acudió a abrazarte.

Hoy sentimos  la ausencia.

 pero una leve ilusión me reconforta
aunque nos acompaña la lluvia...
os imagino libres bailando juntos
 en un abrazo eterno.


A ti, nuestro sol también te dediqué unos versos. Feliz cumpleaños, abuelo.


jueves, 12 de marzo de 2015

Caer


Caí en un pozo tan profundo y oscuro que perdí la noción del tiempo. Pasaba mis días golpeando la pared, maldiciendo mi suerte, compadeciéndome de mi destino. Sentía tal furia que era incapaz de ver más allá. 
Encerrada en ese habitáculo, conviviendo día tras día con mi ira, me sentía prisionera. 
Mi condena me parecía eterna, mis puños estaban ya magullados, porque contra la pared seguían golpeando. Deseaba derribar con mis manos el muro, al fin. Y la pared seguía ante mí, no se movía. 
Al ver mis manos casi destrozadas, mi voz se alzó en un grito de lamento, de desesperación. Grité, grité y grité. Desquiciada, agitaba mis grilletes. Palabras sin sentido brotaban de mi garganta, vibraban delirantes en el interior de mi celda. Se elevaban y trepaban por los muros.


Desfallecía cada noche, y al principio creía que era un sueño. Pero ahora sé, que la locura vino a visitarme a menudo. Me invitaba insistente, a su fiesta. Yo intentaba seguir golpeando, sin fuerzas contra la fría piedra. Mi voz, quebrada deseaba continuar gritando.

Frustración. Vivía algo que no deseaba, no tuve elección. Día tras día, en un pozo encerrada y olvidada. Mi alma frustrada fue comprendiendo que yo no decidí caer al pozo. Simplemente caí. Y los golpes y los gritos, fueron necesarios al principio, porque me aliviaron, me desahogaron. Pero con el paso de los días, de los meses... se convertían en nuevas heridas que dolían. Dolían cada vez más.
Entonces, mis ojos se inundaron de lágrimas. Lloré, lloré y lloré desconsoladamente. Me sentí tan triste, por verme aún dentro del pozo, sola y herida. Mis lágrimas no tenían fin, se tornaron mar. El pozo empezó a llenarse de amargas lágrimas,no conseguía detenerme, sentía que jamás me detendría, que siempre estaría desconsolada. Entonces, me asusté. Sentía tal pánico, que mi aliento se entrecortaba, necesitaba respirar. 
Miré hacia arriba buscando una salida. Pude ver como el cielo azul me acunaba y el sol brillaba con fuerza, allá arriba. 
Me sentía algo cegada, por ver al fin algo de luz. Mis débiles ojos se fueron acostumbrando, poco a poco, a la claridad. Fue entonces, cuando acerté a ver cómo algo se movía sobre mi cabeza. Entorné los ojos y vi que era una cuerda, levanté un poco los brazos para alcanzarla. Tiré con desconfianza para comprobar que la cuerda estaba bien sujeta. Tuve miedo, no sabía que habría al otro lado, pero miré mis manos y sequé mis lágrimas. Y empecé a trepar con inseguridad, torpemente. Mis heridas escocían, pero me armé de valor. Trabajé con constancia, poco a poco, descansando pero sin retroceder. Hasta que llegó el día en que alcancé la salida del pozo. 
Cuando conseguí poner mis pies en tierra firme después de mucho tiempo, me incorporé y respiré profundamente. 

Dudé, pero con temor me asomé solo un instante al pozo que acababa de dejar atrás, suspiré aliviada.Después de tanto tiempo de tormento, sentía algo diferente, noté como brotaba un poco de esperanza en mi interior.
Después de soltar ese lastre, esa carga en la que me había convertido dentro de ese agujero. Había sido capaz de liberarme, con mucho esfuerzo al fin. 

Grité y lloré, pero esta vez era alegría,era euforia, era libertad, era esperanza.
Me incorporé, con ilusión sentí el sol en mi rostro. Cerré  los ojos y dejé que esa agradable sensación me inundara. Me decidí a mirar qué tenía ahora a mi alrededor. Las cosas, a simple vista, no parecían haber cambiado demasiado.Aunque ahora los colores, sí parecían tener otro brillo.




Mis ojos observaban todo, como si fuera la primera vez. Mis pies firmes se abrían paso ante un nuevo estado, dejando en el recuerdo ese pasado. Miré al cielo, alzando mis brazos y dejé que el viento acariciara mis libres manos. Descubrí que nuevos caminos me esperaban, ahora sí estaba dispuesta a volver empezar.






jueves, 5 de marzo de 2015

Miedos


Los miedos, esos fantasmas que me estremecen y me asfixian, que aceleran mi pulso. Aparecen provocando vértigo, sacudiendo, inyectando adrenalina.
Fantasmas que se manifiestan en situaciones nuevas, desconocidas. También aparecen en esas situaciones que jamás imaginé, situaciones que creí irreales, situaciones para las que no me preparé. Entonces mi cuerpo tiembla y mi mente se acelera sin control. Solo siento pavor, tensión,angustia, preocupación.

De cualquier forma, debería razonar y abstraerme de mis emociones. Concebir el miedo tal cual es, como una respuesta ante una amenaza a mi bienestar. Es un acto reflejo de supervivencia que me permite estar alerta. Debería sentirlo como algo necesario, algo que me empuja a reaccionar. Para entender mejor el miedo, debería razonar y analizar algunas cuestiones:

- La naturaleza de la amenaza. ¿Es una amenaza real, o bien una posible amenaza? A veces sí, se presenta una situación real que me provoca entrar en estado de alerta. Otras veces, es mi mente la que me hace estar alerta, a través de pensamientos de preocupación y/o de anticipación.

- La percepción de control. ¿Quién debe responder a la amenaza? Para empezar, me gustaría controlar todo lo que me ocurre, como a muchas personas. Pero a menudo, lidiamos con situaciones amenazantes que escapan a nuestro control. No las pudimos predecir, quizás tampoco nos permitan actuar ni intervenir, pero nos involucran.

Otras veces, quizás tenga cierto control,puede que eligiera estar en esa situación, o al menos sienta que puedo hacer algo.  Pero la amenaza ahora me parece de demasiada magnitud. No me veo capacitada, ahora no confío en mi habilidad para hacerle frente.

-El margen de maniobra. ¿Mi respuesta será útil o no? Ante lo que me pasa debo actuar y lo que decida hacer puede tener efectos diferentes, o incluso no servir para nada. Puedo equivocarme o acertar. Si anticipo malos resultados, el miedo puede acabar paralizándome del todo. Aquí entraría en juego la confianza que tengo en mí y mi capacidad de asumir riesgos. 

El problema es que el miedo también provoca el efecto contrario: bloquea y paraliza. Se puede sentir tan intensamente, que impide avanzar. ¿Cómo salir de esa parálisis? La respuesta no es fácil, no hay una fórmula universal. Hay diferentes miedos, son fruto de diferentes situaciones y afectan e involucran a diferentes personas. Escapan de mi control y me crean inseguridad. Quizás ayude reafirmarme buscando la seguridad en mí misma. Quizás sirva buscar apoyo en mi entorno, no es necesario afrontar un miedo completamente sola.  Quizás no sea necesario pensar demasiado, quizás lo eficaz sea dejarme llevar más. 

En cualquier caso, el miedo me pone a prueba a menudo. A veces de forma justificada, otras veces de forma imaginada.  No tengo la respuesta correcta en mis manos, pero intento hacer frente al bloqueo, analizo razones, comparto preocupaciones, busco alternativas, pruebo soluciones, asumo limitaciones, lucho acompañada, busco recursos, arriesgo sin anticipar, aprendo de los errores...
Confiar en la propia capacidad de afrontamiento, puede ser un primer paso. 

Recuerda que tal vez, no acabes venciendo la batalla, pero lucha aunque tiembles, coge aliento aunque estés rendido, busca aliados y trata de avanzar, aunque lo hagas lentamente. El miedo en algún momento entrará en ti, tu objetivo debe ser no dejar que te  paralice completamente.






Y miré al miedo a los ojos, 
le dije que aunque  a veces viviera en mí,
 no sería su hogar.
 Le permito visitarme, jamás quedarse.

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