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jueves, 30 de abril de 2015

Contigo & Conmigo



Resulta complejo precisarlo con palabras, es algo que va más allá de un sentimiento. Es algo tan íntimo y personal. 
Es algo, que nos agita intensamente. Es algo, que escapa a cualquier razón. Un instante, un pasajero instante, que hace que el mundo cobre sentido.

Nos encontramos, no quiero que amanezca. 
Esta noche, siento contigo. Esta noche, sientes conmigo. 



Suspiro y cierro los ojos
 disfruto de ese fugaz momento, 
ese cosquilleo en mi interior. 
Tú me miras, yo te miro.
No me hagas esperar más.
Apriétame fuerte contra el pecho,
esta noche, piérdete conmigo.

No tengas prisa, es nuestro momento.
Acércate a mí, aparta mi pelo
susurra dulcemente en mi oído.
Acaricia mi espalda con tus dedos.
agárrate a mis caderas. 
 Mordisquea mi oreja, 
recuerda besarme suave, el cuello.


Mírame a los ojos, 
sin pestañear,
Respira de mi boca, 
déjate cubrir por mis brazos.
 Dime que te quedas, sin hablar.
 Sostén fuerte mi mano, 
esta noche, duerme en mi regazo. 

Despeino tu pelo, 
cubro de besos tus labios.
Tu calor en mi piel 
 en mis heridas, bálsamo. 
Tu sufrimiento, también mío.
 No puedo remediarlo, 
me tiemblan las manos. 

El reloj detiene la madrugada. 
más allá de lo físico,
 soy tuya, eres mío.
Me distraigo en tus ojos,
me alimentan tus palabras.
Somos almas que suspiran
 en un abrazo apresadas.







Esta noche, tú, conmigo. Yo, contigo.





jueves, 23 de abril de 2015

Intenso regreso


27 de diciembre.
Me encontraba en un largo viaje por carretera de vuelta a casa. Era tan temprano que el sol aún dormía, supe que el regreso iba a suponer un enorme punto y a parte en mi vida. 

Mis ojos buscaban siluetas en la oscuridad que me cubría, tratando de capturar una imagen que me recordase ese instante. Mis pensamientos se volvían cada vez más recurrentes, me saturaban por momentos. Sabía que demasiados cambios, demasiadas despedidas, demasiadas lágrimas me habían acompañado. Desde hacía demasiado tiempo, mis límites estaban sobrepasados. 

Mis manos estaban tensas y a la vez las sentía dormidas. Me recordaban que algo no iba bien, que estaba en el precipicio de verdad. Sentía que mi empeño en ser fuerte se había convertido en una gesta inútil.
Mis pensamientos se dirigieron de manera súbita hacía las personas que me acompañaban en el coche. Las miré, cerré los ojos y suspiré, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Respiraba un tenso y desesperanzado ambiente, mezclado con un profundo cansancio.
Miraba al frente, aún se veían luces encendidas, aunque el sol ya había despertado. Mi mente continuaba acelerada, ahora pensaba en las personas que dejaba atrás. En cómo se sentirían, en cómo estarían, en cómo las ayudaría. 

El día despertó soleado, había algo de tráfico y el cansancio cada vez más pesado. Silencio, en el interior del vehículo acompañado con un molesto zumbido en mi cabeza. Mientras trataba de dormir algo, las pérdidas del pasado también se hicieron presentes. Me  traían un familiar sentimiento de abatimiento, de incapacidad. Sentí que podría haber decepcionado a personas cercanas. Sentí que no había tenido el valor, la energía necesaria. Dejé que la distancia se instaurara, no luché por mantenerme cerca. El fracaso se hizo tan real, tan abrumador...
Mis ojos se cerraban, pero mis pensamientos no cesaban. Vértigo provocado por dirigirme,de nuevo, hacía un pozo del que tardaría en escapar.
Una voz en mi cabeza seguía augurando malos momentos, para demasiadas personas que me importaban. 

Recordé momentos de esos días que dejaba atrás. Los paseos por el campo, las conversaciones ante la candela,abrazos reparadores, reencuentros y despedidas. 
Mis manos empezaron a temblar por un motivo muy extraño, me invadía un sentimiento desconocido que también sentía como familiar.
Un bache en el asfalto me hizo dar una fuerte cabezada. Abrí mis ojos. Decidí que ya viví suficiente negación, que esta vez, no podía mirar hacía otro lado. 
Mi mente ahora parecía hablarme, parecía conducirme hacia alguna respuesta. Ideas relacionadas con compartir y estar presente. Ideas que me empujaban hacia alguna solución, algo en mí se despertó durante ese viaje. Necesitaba detener la espiral. Una voz interior iba tomando fuerza y me hablaba sobre el deber de consolar, de hacer reír,de escuchar. Hablaba sin parar, sobre cómo ayudar a otros, hablaba de compartir, hablaba de dejar de esconderse. 



A continuación, me sorprendí imaginando palabras en un cuaderno. Historias que hablan de momentos de dolor y desaliento, emociones silenciadas. Historias que hablan de aprendizaje y crecimiento. Historias que muestran comprensión y consuelo. Historias que ofrecen esperanza. Historias... 
Sigo sin saberlo aún, pero algo me hace sentir que enlazando retales nació de ese intenso regreso.


PESPUNTE:

Siento la pérdida en la mirada de personas cercanas. Miradas de personas a las que aprecio, personas a las que quiero. 
Siento la pérdida reflejada en el espejo. Miradas que llegan tan adentro. 
Ante esas miradas, sentí caer, entonces descubrí que el adiós duele . El adiós... requiere tiempo.  El adiós... te enseña.


Acepté que hay cosas que no podré evitar en mi vida, ni en la vida de los que amo.
Necesité compartir mi experiencia y aliviar la carga, que mis hombros soportaban.
Decidí cómo afrontar ciertas situaciones incómodas y cuándo procurar evitarlas.
Aprendí a vivir intensamente los instantes de felicidad, que nos obsequia la vida. 
Reconstruí mis pedazos con charlas, con abrazos, con lágrimas y con sonrisas.

jueves, 16 de abril de 2015

Una isla para soñar (II)

Durante las semanas siguientes a su regreso, al terminar el trabajo y después de charlar con Anasú, Áural se encerraba en su taller. Empezó por reponer materiales y organizarlos, siguió dibujando planos y continuó serrando maderos, puliendo rocas, calibrando y ensamblando.
Anasú, seguía en su rutina de moler grano, recoger frutos y experimentar con nuevos sabores.
Los días parecían pasar con normalidad en isla Calíope. Pero Áural, sin darse cuenta fue olvidándose poco a poco de manejar los vientos. Estaba tan emocionado con volver a trabajar en su taller, que sin darse cuenta, llevaba semanas encerrado en él. No hablaba con nadie y prácticamente no comía. Como había abandonado su responsabilidad de silfo, la comunidad del bosque estaba muy indignada. Él hacía oídos sordos y seguía trabajando noche y día. Al atardecer,descansaba un rato y visitaba a Anasú, charlaban y degustaban un pedazo de pastel juntos. En ese momento del día, sentía que hacía lo correcto. Ese momento, le hacía seguir adelante en su secreto proyecto.

Se acercaba la noche del primero de mayo, uno de los días más importantes del año en isla Calíope. En ese rincón del bosque, se celebraba la noche de Beltane por todo lo alto. Esa noche marcaba el comienzo del verano pastoral, temporada en la que los animales se dirigían a pastar libres en los prados del norte. Acudían las comunidades de seres de otros bosques. Preparaban un gran banquete con todo todo tipo de manjares, que duraba todo el día. Al caer la noche, se prendían hogueras, se danzaba y cantaba hasta el alba. Las hadas especialmente, esperaban esa festividad con entusiasmo. Para ellas, significaba el comienzo de la época más bella del año. 

Tres días antes del gran evento, Áural llamó a altas horas de la noche muy nervioso a la puerta de Anasú. Ella aún estaba despierta, se había entretenido envasando jalea de moras silvestres. Abrió la puerta y se encontró con su amigo:
- Acompáñame al taller, tengo una sorpresa para tí- le dijo él, impaciente como un niño. 
Ella algo aturdida, le siguió sin imaginar lo que iba a ver con sus propios ojos. 
Al llegar al taller, no vio nada en particular que pudiera sorprenderle, herramientas y montones de materiales, le pareció que el taller era un desastre. En el lugar reinaba el desorden,mirase donde  mirase,  solo se veían cosas amontonadas y tapadas con lonas. Áural la cogió de la mano y la llevó ante el montón más alto, y le pidió que le ayudara a descubrirlo. 
Tiraron fuerte y ella se quedó con la boca abierta. Ante sí había un molino de tamaño mediano, pero cuidadosamente fabricado.
Áural se movía por la habitación con rapidez destapando el resto de montones, eran sacos de grano. Durante las últimas diez semanas, había estado encargando un saco diario al anciano Ekidé y ahora tenía kilos y kilos de maíz almacenado. 
Anasú no salía de su asombro, abrazó a su amigo y aletearon de alegría por el taller, ambos reían sin control.
Después de un buen rato, se detuvieron y se sentaron en el suelo. 
- Sé que no es algo de otro mundo, pero la cantidad de harina que puedes moler es diez veces más que con tu metate.- dijo Áural recobrando el aliento. 
- ¡Es perfecto!Gracias a ti podré hornear muchos pasteles, pero... ¿Por qué lo has hecho tú solo? Yo te podría haber ayudado...- dijo ella.
- Necesitaba hacerlo solo, para demostrarme a mí mismo que era capaz de hacerlo. Y he dejado ésto para el final...- contestó el silfo destapando una lona que cubría unos 200 kilos de harina.
Anasú rompió a llorar y abrazó fuertemente a su amigo. Cuando se calmó, le miró a los ojos y le dijo:
- No sé como agradecerte lo que has hecho, yo solo he sido un hada soñadora que todos tomaron por loca. Y ahora... 
- Quien tiene algo que agradecerte soy yo.- la interrumpió Áural.- Regresé a esta isla que tanto detestaba. Me recibiste y me ofreciste los mejores dulces que jamás había degustado, charlabas conmigo, cuando nadie me hablaba. Des de la distancia, te observaba en tu empeño por abrir una pastelería. Y gracias a ti descubrí la razón de mi fracaso. Yo había tenido ideas poco útiles y prácticas para los demás, mis inventos solo los entendía yo. Por eso tuve que regresar, fue difícil hacerlo. Pero eso, me enseñó a prestar atención más allá de las paredes de mi taller.
Los dos amigos se miraron y sonrieron, en ese momento comprendieron una cosa... En la vida, es importante observar lo que nos rodea. Así se asumen los errores y se puede ver más allá.  

Al oír el alboroto, toda la comunidad del bosque había acudido a la puerta del taller. Estaban estupefactos, ante lo que veían pero no pudieron evitar alegrarse por ellos y felicitarlos. 
Durante los días previos al gran banquete, los dos amigos andaban muy atareados con sus nuevos trabajos. 
La construcción del molino, había hecho que diferentes seres acudieran al taller de Áural. Quien, se planteaba contratar un ayudante, pues la lista de encargos crecía por momentos. Los seres del bosque, le pedían que mejorara el uso de sus herramientas de trabajo y mobiliario del hogar. Incluso algunos le animaron a inventar nuevos artilugios. 



Por su parte, su pizpireta amiga molía harina en su molino, amasaba con energía, destapaba tarros de conservas y cantaba alegremente mientras cocinaba recetas de éxito. Ella aún no lo sabía, pero la noche de Beltane de ese año, se recordaría como el inicio de una nueva tradición. Saborear los originales y exquisitos dulces de Anasú, la primera hada pastelera de isla Calíope.



PESPUNTE:
Los sueños pueden no prosperar si se escucha sólo a las voces contrarias. Para que se mantengan vivos se necesita constancia, empeño y saber escuchar otras voces. Esas voces que animan, ésas que ofrecen ayuda.

Los sueños pueden ahogarse por miedo al fracaso, o bien por la huella de un fracaso real. Atreverse y observar, recomponerse, asumir y aprender de los errores. Insistir en hallar nuevas maneras pueden mantenerlos a flote. 

Es cierto, no existe ninguna garantía de alcanzar un sueño. Pero, recuerda, los sueños: alimentan el alma y construyen ilusión. Pase, lo que pase...
¡No dejes de soñar! 


jueves, 9 de abril de 2015

Una isla para soñar (I)

En un lugar apartado se encuentra Calíope, una pequeña isla encantada, desconocida por los humanos. Es un rincón del mundo, donde los pájaros vuelan libres, pintando el cielo de magenta, ocre, escarlata y azul cobalto. Las flores exóticas crecen en cualquier escondrijo y  tienen un dulce aroma a vida. En el centro de la isla, se eleva majestuoso un gran volcán. A sus pies, se extiende un grandioso bosque de glicinas y eucaliptos del arcoíris, en el que habitan seres increíbles. Dispares criaturas mágicas tratan de convivir en armonía y cuidar de este paraíso, con esmero y dedicación.

En el corazón del bosque, una cascada murmulla sobre un lago de agua dulce, en sus aguas nadan peces de escamas doradas. En la orilla sur de ese lago, siempre hay buena sombra gracias a las gruesas ramas del más anciano de los árboles. A los pies de ese árbol, hay una humilde cabañita, construida con cuerda y ramas secas. Allí, cerca de un lago de agua dulce, bajo un centenario árbol, en ese curioso lugar, Anasú tiene su hogar. 

Anasú, era un hada del bosque pizpireta y alegre, pero soñaba en convertirse en alguien diferente. Al salir el sol, se levantaba y recogía sus brunos bucles en un desaliñado moño. Con energía cantaba mientras se ponía el mandil y antes de empezar la jornada en el bosque, molía granos de maíz en su metate. 
Cada mañana, Ekidé le llevaba un saquito de 3 kilos maíz. Ekidé, era un anciano duende del bosque, siempre la miraba durante un largo rato en silencio. Y acababa por preguntarle si no estaba cansada de moler, en ese pequeño metate todos los días.
Anasú, le contestaba siempre lo mismo: 
- Ya lo sabes amigo mío, quiero ser pastelera. Sin harina no puedo hacer mis pasteles. 
Ekidé suspiraba y le respondía que no la entendía:
- Eres un hada del bosque, tu tarea es cuidar de las flores y animales que viven aquí. Además, con un simple metate no consigues hacer suficiente harina, si al menos tuvieras un molino... Anasú, en el bosque vivimos muchos seres, nunca podrás dar a conocer  tus deliciosos postres, nunca podrás ser pastelera si sólo puedes hacer un pastel al día... en fin... vaya pérdida de tiempo. 
- Amigo Ekidé, estoy cogiendo gran habilidad con el metate y estoy guardando cada día un poco de harina. Sé que con esmero acabaré consiguiéndolo. - le contestaba el hada resignada. 
- Creo que deberías aprender de las demás hadas, es mucho trabajo para ti sola. Pero en fin, mientras me sigas pagando el grano sabes que seguiré traiéndolo. 
Día tras día, Anasú mantenía la misma conversación con el anciano duende. También escuchaba cómo sus compañeras hadas y demás seres la desanimaban continuamente. Aunque todos saboreaban y la felicitaban por sus pasteles, creían que su sueño era imposible. 

Ella, después de acabar de moler maíz y hacer su pastel, acudía a cumplir con sus labores de hada de bosque. Cuando el sol se ocultaba tras el volcán, regresaba a casa. Entonces siempre tenía algo que hacer, bien inventar recetas, recolectar, machacar grano o experimentar nuevos sabores para las confituras.
Cada noche, antes de dormir miraba las estrellas, satisfecha por la jornada, pero en el fondo, las palabras de sus amigos se iban repitiendo en su cabeza. Cada día que acababa, sentía que los demás podían tener razón. Quizás la pastelería, era un capricho sin sentido, quizás su ilusión era inútil...




Era una noche de fuerte tormenta, cuando Áural regresó al bosque. Todos se quedaron con la boca abierta al verlo de regreso. Él era un silfo, que cansado de controlar los vientos de la isla, había decidido abandonarla. Meses atrás, decidió poner rumbo a tierras lejanas para hacer lo que más le apasionaba, construir sus extravagantes inventos. 
Anasú no le conocía demasiado, era un chico callado siempre sumergido en su mundo de cachivaches. Al verlo llegar, mojado y con un afligido semblante, ella se entristeció. Nunca lo había confesado a nadie, pero a diferencia de los demás, el día que se despidieron le deseó mucha suerte. Pues, ella sabía la importancia de los sueños, y sobretodo conocía el esfuerzo y trabajo  que se requería  para alcanzarlos.

Áural se instaló de nuevo en su humilde taller, resignado a volver a su anterior tarea en la isla. El sol empezaba a salir, cuando escuchó que alguien tocaba a su puerta, era Anasú. Su vecina, le traía un pastel, ese único pastel que hacía al día, era su regalo de bienvenida. El silfo, desconcertado por ese gesto, sonrió y torpemente la abrazó. Charlaron un poco y se despidieron, dirigiéndose a sus labores. 

Mientras Áural apaciguaba un fuerte lebeche. Se sorprendió pensando en su inesperado reencuentro con Anasú. Él la recordaba como un hada poco habitual. Ella no pasaba los atardeceres cuchicheando y peinándose sobre las flores, como hacían el resto de hadas. Ella recogía frutos, molía semillas, decoraba azafates, almacenaba leña para el horno y siempre andaba pensando en nuevos quehaceres. No lograba entender, por qué la comunidad del bosque hablaba en tono burlón de esa chiquita de oscuro pelo. Ella solo tenía un sueño, quería ser pastelera.  
Áural, se sintió conmovido tras ese pensamiento, pues él había abandonado su hogar por un motivo parecido. Los demás nunca le apoyaron, pues no entendían porqué pasaba las horas en su taller, construyendo nuevos artilugios. El resto de seres, creían que en el bosque, tenían todo lo necesario para vivir y no necesitaban cambiar. Ellos no querían usar objetos que no habían visto jamás, no le entendían. 
Esa tarde al acabar su jornada, pasó a saludar a Anasú. Ese detalle, se convertiría poco a poco en una nueva costumbre. Ambos encontraron una amistad extraordinaria en el otro. Cada encuentro les desvelaba ser los únicos seres del bosque que, de verdad, se comprendían.

jueves, 2 de abril de 2015

Primer retal

En el Sur mis ojos se abrieron por primera vez, fue allí donde descubrí el mundo.
Irremediablemente mi corazón tiene parte de ti,  me viste nacer. Las escasas ocasiones que regreso a ti una sensación interior me invade. Es un nudo agradable en el estómago. Me recuerda a las inquietantes noches de reyes de mi infancia. Nuestro encuentro se define como una mezcla de melancolía, ilusión, nostalgia y emoción.

Muchos lazos son los que nos unen aún, Sur. Sé que mi camino tarde o temprano, me llevará de nuevo a tu vera. En mi lejanía te respiré tanto, te escuché, te hablé, te sonreí, te lloré. Te sentí tanto, Sur. El resultado prácticamente era inevitable, acabé por amarte.

En la lejanía, abrí mis ojos a nuevos paisajes, aprendí diferentes tradiciones, incluso una  nueva lengua. Mi nuevo hogar me abrió la mente, y me enseñó también a convivir con distintas costumbres. 

Pero en mi mente te guardo un lugar privilegiado mi Sur. Coplas, rumbas, fandangos y sevillanas, es la música que invade los recuerdos de mi niñez. Una "mijilla" y también una "jartá" de pestiños, potajes, gazpachos y salmorejos, en la mesa de casa. Sur, tú me diste mis valores y mis andares. 

Me sigues atrayendo con tu arte y desparpajo. Tus calles están impregnadas de vida, de alegría y color. Tú eres humilde, también pícaro, desprendes guasa, también señorío. Eres lamento y feria. Sur tú eres pasión. 





Hoy soñé estar contigo. Recordé tu aire limpio y seco. Recordé aquel lugar en el que descubrí el olor de las flores y el cantar de los pájaros.  Recordé que en ti,  aún hoy, encuentro mi hogar. Siempre me recibes con los brazos abiertos, acogiéndome como si no hubiera pasado el tiempo.
                  
Mi Sur, mi Andalucía, mi primer retal. Te transmito, a veces sin querer, pues en mi corazón habitas. Fuiste mi pasado, eres también presente y sé que serás futuro. 
Aunque no estemos juntos, presiento que en algún momento volveré, me escaparé a tu vera. Mientras tanto, te sueño con una sonrisa en mi rostro, para animar la espera. 

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