Conectar


Al atardecer, contemplo ese espléndido paisaje desde mi balcón. Sin apenas darme cuenta, se ha vuelto mi momento del día. Es un instante de dejarme ir, me relajo, me siento fluir. Miro lejos, me suspendo en el aire, mis pies se elevan y ya no estoy aquí. Un momento de conexión, no solo con esos árboles y esas lejanas montañas. Saludo a los pájaros que vuelan libres, me asombro acariciando el anaranjado cielo junto a ellos.

Otro atardecer, sumergida en ese momento. Me sorprende un hormigueo  que recorre mi cuerpo, a continuación algo curioso presiento, me nace de dentro. Parece... creo que sí... aún no lo esperaba... lo estoy sintiendo latir. Bombea con tal fuerza en mi pecho, parece que desea escapar de mí. 
Ese corazón mío que se quedó hecho trizas, me dice estar aquí. No pide más, solo me dice que no le olvide, con cada latido me suplica que ahora solo necesita una cosa: latir por mí. 

Yo que me imaginaba muy lejos, sin tocar el suelo. Ahora le escucho atentamente y una terrenal sensación me invade. Me siento cerca, cerca de él y cerca de mí. Cierro los ojos para sentirle, él palpita alegre. Me recuerda que queda vida dentro de mí, me está impulsando a seguir. Hacía tanto tiempo, que no permitía sentirle... le negué, le anulé... le perdí...

Liberada de mordazas y de ataduras, recién reanimada deseo ser, solo quiero ser. Recomponer mis pedazos con mis constantes manos. Sentirme de nuevo capaz, tenaz. Permitirme sonreír, vibrar. 


En estrecha conexión con este nuevo paisaje, me concedí sentir. Cuando siento decaer, cierro los ojos serena y recuerdo ese instante. Ese instante, en que una cálida sonrisa quedó grabada en este incansable corazón. 

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