A medianoche
Que diferente hubiese sido el cuento, si Cenicienta no hubiese tenido que correr perdiendo su zapato en la última campanada... aquella que anunciaba el inicio de la hora bruja. Que torpe e insensata fue su Hada Madrina... deshacer el conjuro, justo en el mejor momento. ¿En serio, a medianoche? ¿Quizás esa chica no merecía algo de diversión? Pocos instantes se viven tan intensamente, como esos momentos de trasnochar. El ambiente se transforma pasada la medianoche. La madrugada se convierte en refugio de las almas desinhibidas, bohemias y soñadoras. Imagino a esa dulce muchacha, desarreglando su apretado moño, soltando su melena y adornandola con flores. Sorbiendo ponche sin parar, embriagándose por vez primera de la noche. Haciendo esperar a un insípido y desconocido príncipe, aparcando por unas horas lo de felices para siempre. Bailar como jamás hizo en su vida, vibrar con cada nueva melodía. Escandalizar a los estirados invitados al baile del gran palacio. Meneando sin reparos