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Mostrando entradas de septiembre, 2015

Dar

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Te di mis noches en vela,  vertí mis secretos más oscuros sobre tus sellados labios.  Te ofrecí mi mitad benévola,   no me olvidé de mostrarte también mi otra mitad, la maldita. Confié todos mis deseos en tus fuertes manos,  desnudando con cada confesión mi humana alma.  Vomité toda mi rabia, mi voz quebrada en grito  convertida en el más salvaje animal.   Vibré en las alegrías, dichosa de la libertad a tu lado.  Desolé en los llantos hasta convertir el dolor en esclavo.  Desfallecía en cada pelea por ganar, también me aventuraba con esas batallas perdidas de antemano.  Estallé en acaloradas risas, enfrié mis caricias.  Todo lucía de impoluto blanco, hasta que de golpe...  se tornaba en el más siniestro negro.  Inquieta y ansiosa buscando un necesario equilibrio. Di todo lo que tenía dentro, fuera malo o fuera bueno...  y después de ese tremendo esfuerzo,  tan solo restaba algo en mi interior para darte... el desolador vacío. 

Conectar

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Al atardecer, contemplo ese espléndido paisaje desde mi balcón. Sin apenas darme cuenta, se ha vuelto mi momento del día. Es un instante de dejarme ir, me relajo, me siento fluir.  Miro lejos, me suspendo en el aire, mis pies se elevan y ya no estoy aquí. Un momento de conexión, no solo con esos árboles y esas lejanas montañas. Saludo a  los pájaros que vuelan libres, me asombro acariciando el anaranjado cielo junto a ellos. Otro atardecer, sumergida en ese momento. Me sorprende un hormigueo  que recorre mi cuerpo, a continuación algo curioso presiento, me nace de dentro. Parece... creo que sí... aún no lo esperaba... lo estoy sintiendo latir. Bombea con tal fuerza en mi pecho, parece que desea escapar de mí.  Ese corazón mío que se quedó hecho trizas, me dice estar aquí. No pide más, solo me dice que no le olvide, con cada latido me suplica que ahora solo necesita una cosa: latir por mí.  Yo que me imaginaba muy lejos, sin tocar el suelo. Ahora le escucho atentamente y u na ter

Naufragio

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Cierras los ojos tan fuerte, que en el fondo de esa oscuridad puedes ver ese color que tiñe tu alma.  Es un rojo intenso y vivo,  que brota de tus heridas abiertas.  Piensas a borbotones,  ahogándote en cada reproche. Incapaz de cambiar tu forma de actuar,  que no reconoces... te volviste torpe e indecisa. Estás perdida en ese mar y sientes errar ante todo.   Abres los  ojos y ves su fuego, te paralizas admirando su calor. Arde más deprisa de lo que puedes asimilar, te quema intenso y consume tus entrañas. Ya solo puedes permanecer inmóvil, dejarle arder hasta que te convierta en ceniza. Mientras te derrites, te sientes demasiado vulnerable. Te maldices, te reprochas...¿Por qué mi alma tiene ese color? Recuerdas entonces... eres herida abierta.  Sobreviviendo al naufragio, temblando en ese mar teñido de sangre, desorientada y sin brújula. Deseando agarrarte con fuerza a la vida. Pero ahora, sabes que no puedes ofrecer esa salvación a nadie que no seas tú misma. La cu

Clic

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Las preocupaciones pasadas y futuras creaban una inquietante mezcla.  Hacía demasiado tiempo que  nublaban su mente.  El insomnio era fiel compañero,  las noches se habían vuelto en desesperantes horas buscando un entretenimiento.   Bien entrada la madrugada, después de dar varias cabezadas ante el televisor conseguía dormir algunas horas.  Al despertar,  siempre esa sensación de no haber logrado descansar. Recordaba haber soñado, pero era incapaz de explicar esos sueños, solo tenía la sensación de estar saturada,  intranquila e irremediablemente agotada.  Las tardes de aquel verano eran su pasatiempo más llevadero. Con su cuaderno bajo el brazo, paseaba hasta el puerto. Primero daba un vistazo por los embarcaderos de los barcos de recreo. Después a paso lento se dirigía al antiguo muelle, sentada observaba el ambiente. Los pescadores descargando apresurados para la subasta, turistas perdidos y algunas personas que paseaban despreocupadas. Le sorprendía la cantidad de cosas qu