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Mostrando entradas de enero, 2016

Delirio

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Siempre te apareces como un gemido, sin previo aviso, erradicando en un instante cualquier resquicio de mi razón.  Zarandeas sin compasión mis sentidos,  robando toda mi voluntad.  Quisiera ser la  brisa que entra suave  por tu ventana una noche de verano.  Adentrarme sigiloso, no te quiero despertar. Depositar los versos que suscitas  sobre tu almohada.  Ser silencioso testigo,  contemplarte dulcemente dormida, apaciguada.  Enredarme entre las sábanas,  esas que acarician tu desnudo cuerpo cada noche.  Esperar pacientemente un movimiento, que deje ver algún centímetro de piel desconocido.  Anhelo ser el aire que respiras mientras duermes, entrar en tus labios recorrerte despacio. Sentirme  cautivo y libre en cada exhalación, hace tiempo que lo asumí... ya eres mi prisión. Suspirar pausadamente sobre tu espalda, d espeinarte el cabello, rozar tu delicado cuello. Quisiera convertirme en vendaval y hacer trizas el reloj, detener la  madrugada en ese prec

Secretos

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La felicidad era un sentimiento que no había conocido plenamente,  de eso era consciente hacía ya un tiempo. Aunque se empeñara en sonreír a la vida con una amplia sonrisa y paseara con apariencia despreocupada y alegre.  En lo más reservado de su ser, habitaba la más sincera tristeza. Ella ya se había acostumbrado a sentir cerca esa angustia, la sentía como una eterna compañera.  En lo más hondo de su garganta, albergada en un estado latente, dormía una confesión. La proeza más difícil era mantener esa voz callada, pues la presentía con demasiada intensidad. Ese nudo en sus cuerdas vocales le dejaba un amargo sabor. Deseaba liberarse, gritar con brío al viento ese obligado silencio. Vivía atormentada por la carga que suponía ahogar esas palabras. La nostalgia se afianzaba en su voz, nutriéndose con cada sílaba no pronunciada.  En las noches sin luna, el pesar era mayor lo sentía presionando con fuerza en su pecho. Ante la ausencia de su confidente, ella se abrazaba con ansia a su

Esa candela

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Hay un lugar al que mi mente viaja cuando busca refugio. Es una curiosa estancia, no se trata de ningún paraíso terrenal, ni ninguna playa vestida de blanca arena y bañada por aguas cristalinas.  Cierro los ojos y lo veo con claridad, un cuartito tan humilde que antaño había sido una cuadra.  Allí es donde me imagino cuando necesito un abrazo.  Ese cuarto se asoma a un patio de coloridas flores, pintorescas macetas que conozco desde mi infancia.  Pero su principal atracción está en un rincón, donde arde con intensidad la candela. Alrededor de ella, sillas bajas dispuestas y a la espera de una reparadora costumbre. Mientras las llamas alumbran, el calor invade la estancia y se entra en un estado de relajación extrema. En días en los que necesito un respiro me imagino allí... espatarrada en la candela, termino exacto que define ese acto.  Ahora ve pasar las estaciones del año entre pespuntes y ascuas.  Pero su encanto se esconde en esos momentos de los que ha sido testigo.  Una so