No importa

Habían pasado semanas desde aquel encuentro, aunque habían hablado casi a diario. Las conversaciones les habían llevado a ese nivel tan cercano, el de las confidencias. Ambos estaban acechados por  demasiados fantasmas del pasado. Aún así, Leyre se había decidido, quería volver a verle. 

Aquella noche se citaron en ese lugar que los hizo coincidir. El Rincón de Nadie, tenía otro ambiente a aquella hora. 
Al principio se mostraron reservados, cohibidos. Leyre no podía evitar sonrojarse cada vez que miraba al espejo del fondo de la barra. Después de unas copas, las risas se volvieron incontroladas. En un instante, sin querer, pero queriendo... Leyre le acariciaba el pelo. Víctor la agarraba fuerte de la cintura. A continuación, se dedicaron una mirada de asombro, sintieron que ese era su primer beso.


- ¿Dónde estabas?- preguntó él
- Perdida en una laguna- contestó Leyre.

Sus manos se cogieron temblorosas y asustadas. Se sentían desconocidas y a la vez demasiado familiares. Un escalofrío envolvía el aire.

- No sé si esto es correcto- dijo Víctor
- Quizás tengas razón, pero ya no importa- contestó ella.

Se acercaron súbitamente, un segundo beso los conectaba. Esta vez intenso, cálido, húmedo. Se volvieron fuego, consumidos por un inmenso anhelo. 

- Quizás tengas razón, ya no importa- dijo.
- Sigue besándome- contestó ella sin aliento.

Sus labios dejaron de dudar. Sus manos se armaron de seguridad, buscaban el suave tacto de la piel.  

- ¿Cómo no hicimos esto antes?- murmuró él.
- No lo pienses, vive el presente- contestó. 

Ajenos al resto del mundo, perdidos en el deseo. De manera eminente regresaban a ese cómplice instante. Deseaban perder de nuevo sus miradas en el espejo.

- Vamos a mi casa- sugirió Víctor.
- Tengo el coche más cerca- contestó ella.

Leyre lo agarró fuerte de la mano y lo arrastró hacia la calle. Cuando llegaron al coche, la inesperada indecisión los abrazó. 

- No puedo hacerlo, ahora no. - dijo él.
- No puedo creerlo, pero... lo entiendo- suspiró ella. 

Subieron al coche, cruzando miradas de complicidad, también de arrepentimiento. Leyre lo llevó hasta casa, era hora de decirse buenas noches.

- Lo siento de verdad, pero ahora no es el momento- dijo Víctor. 
- Quizás tengas razón, aunque... ya no importa- lamentó Leyre 





Conduciendo hacia casa, una incierta sensación acompañaba a Leyre. Sentía la satisfacción de haber hecho lo correcto. Pero también, sentía escapar de sus labios un aliento convertido en fuerte delirio. Lamentaba profundamente, no haberle robado un último beso. 

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