A medianoche

Que diferente hubiese sido el cuento, si Cenicienta no hubiese tenido que correr perdiendo su zapato en la última campanada... aquella que anunciaba el inicio de la hora bruja.
Que torpe e insensata fue su Hada Madrina... deshacer el conjuro, justo en el mejor momento. ¿En serio, a medianoche? ¿Quizás esa chica no merecía algo de diversión? 

Pocos instantes se viven tan intensamente, como esos momentos de trasnochar. El ambiente se transforma pasada la medianoche. La madrugada se convierte en refugio de las almas desinhibidas, bohemias y soñadoras.

Imagino a esa dulce muchacha, desarreglando su apretado moño, soltando su melena y adornandola con flores. Sorbiendo ponche sin parar, embriagándose por vez primera de la noche. Haciendo esperar a un insípido y desconocido príncipe, aparcando por unas horas lo de felices para siempre. 
Bailar como jamás hizo en su vida, vibrar con cada nueva melodía. Escandalizar a los estirados invitados al baile del gran palacio. Meneando sin reparos ese cuerpo que solo conocía el duro trabajo, causando miradas de estupefacto con cada golpe de cadera y cada sacudida de melena. Parece que la esté viendo... las doncellas muertas de envidia, los caballeros babeando...




Acabar la noche corriendo hacia la libertad y no apurada y avergonzada. Hacer añicos los malditos zapatos de cristal arrojándolos en un pozo. Andar descalza y confiada, revolcarse sobre la hierba bajo un manto de estrellas. Aflojarse el corsé, desprenderse de ese pomposo vestido y bañarse plácidamente en el lago bajo la luna. Desprenderse de obligaciones y miedos, inmersa en ese instante reír hasta el llanto, detenerse a respirar y beber de la vida. 

Pero ella tuvo que huir tras la última campanada, volviendo a su desgraciada vida, y aunque la historia oficialmente tuvo final feliz... (A veces pienso que demasiados deberían ser los entresijos en palacio, y adaptarse a una vida tan diferente no le resultaría tan fácil...) Sin intención de menospreciar esas historias de amor, que alimentan el corazón y dan esperanza. Pero creo que Cenicienta merecía un instante para ella, esa medianoche se perdió la oportunidad de pegarse la gran fiesta de su vida... antes de comer perdices y demás...

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