Antídoto
Una sonrisa de niña se dibuja en mi cara, cuando recuerdo ese momento. Fue un instante de consuelo, de amparo y de entrega. Quizás para el mundo no merezca importancia, pero encontré en ese abrazo trasnochado un resquicio perdido de mí.
Había estado de mal humor toda la semana, confieso que ni yo misma entiendo cómo mis emociones son tan tortuosas en algunas ocasiones. Llené el vaso hasta rebosar... ese jueves no podría haber ido peor... Esa familiar sensación se manifestaba de nuevo, siempre empezaba de la misma forma.
La intranquilidad iba creciendo dentro de mí. Le seguía la falta de control de la situación y después... Después ya no era yo. Irrealidad, vértigo y una imperiosa necesidad de huir. El problema venía cuando empezaba a correr hacia la nada, después de un buen rato, me detenía un instante confusa. ¿A dónde ir? Realmente estaba huyendo de mí... un error, una contradicción. Esa repugnante angustia estaba aferrada a mi vientre, se propagaba por todo mi cuerpo como mortal veneno.
En la oscuridad del camino perdida, desorientada, agonizante... me detuve. No recordaba cuánto tiempo llevaba huyendo... Inútilmente trataba de liberarme de ese envenenamiento. Entonces a lo lejos como una luz entre mis tinieblas, apareciste.
Inoportuna casualidad pensé, avergonzada por no poder articular ni una palabra coherente. Mi estremecida piel relucía por la mezcla del frío sudor y las ardientes lágrimas. Mi voz sin un leve aliento, mis labios tiritando, jamás sentí ser tan vulnerable.
Te acercaste sin decirme nada, pero inmediatamente lo vi en tus ojos, no me dejarías marchar. Una brizna de preocupación se reflejaba en tu rostro, pero te mostraste calmado y sereno. Te bastó una mirada, para comprender lo que debías hacer. Me tendiste un cálido abrazo y acariciaste con dulzura mi pelo.
Me dejé envolver en tus fuertes y seguros brazos, derramé apaciguadas lágrimas sobre tu hombro. Cogiste mi cara entre tus decididas manos, tus labios me obsequiaron un tierno beso sobre la frente. En ese preciso instante, sanaste por completo mi ser. Mis ojos se calmaron, podían ver con claridad que ese era el lugar al que debía llegar. Entre tus brazos siempre me sentía a salvo, siempre serías mi antídoto.
La intranquilidad iba creciendo dentro de mí. Le seguía la falta de control de la situación y después... Después ya no era yo. Irrealidad, vértigo y una imperiosa necesidad de huir. El problema venía cuando empezaba a correr hacia la nada, después de un buen rato, me detenía un instante confusa. ¿A dónde ir? Realmente estaba huyendo de mí... un error, una contradicción. Esa repugnante angustia estaba aferrada a mi vientre, se propagaba por todo mi cuerpo como mortal veneno.
En la oscuridad del camino perdida, desorientada, agonizante... me detuve. No recordaba cuánto tiempo llevaba huyendo... Inútilmente trataba de liberarme de ese envenenamiento. Entonces a lo lejos como una luz entre mis tinieblas, apareciste.
Inoportuna casualidad pensé, avergonzada por no poder articular ni una palabra coherente. Mi estremecida piel relucía por la mezcla del frío sudor y las ardientes lágrimas. Mi voz sin un leve aliento, mis labios tiritando, jamás sentí ser tan vulnerable.
Te acercaste sin decirme nada, pero inmediatamente lo vi en tus ojos, no me dejarías marchar. Una brizna de preocupación se reflejaba en tu rostro, pero te mostraste calmado y sereno. Te bastó una mirada, para comprender lo que debías hacer. Me tendiste un cálido abrazo y acariciaste con dulzura mi pelo.
Me dejé envolver en tus fuertes y seguros brazos, derramé apaciguadas lágrimas sobre tu hombro. Cogiste mi cara entre tus decididas manos, tus labios me obsequiaron un tierno beso sobre la frente. En ese preciso instante, sanaste por completo mi ser. Mis ojos se calmaron, podían ver con claridad que ese era el lugar al que debía llegar. Entre tus brazos siempre me sentía a salvo, siempre serías mi antídoto.
Vínculos hermosos, sinceros, una mirada es suficiente.. PRECIOSO tus retales.. besitos. Buen día.
ResponderEliminarAins... esos vínculos tan cómplices... Gracias por tu comentario, un abrazo Marijose
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