Letras desveladas
Debo dejar de escribirte cartas de madrugada, me repito constantemente... Durante el día es llevadero no pensarte, pero cuando la luna refleja en mi ventana, mi cabeza siempre se rinde.
Esas cartas que miro antes de dormir, reposan sobre mi mesita de noche perfectamente cerradas. Desprenden un amargo olor de abandono, parece que ya lo presientan... jamás serán enviadas.
Hoy he vuelto a faltar a mi palabra, son las tres de la mañana y firmo la última carta algo temblorosa. Bueno, no es una firma, al final de cada una de las cartas siempre dibujo un símbolo, nuestro símbolo. ¿Recuerdas aquel que vimos al atardecer gravado en las rocas?
No consigo olvidar las tardes refugiados en la caleta. Aquella última tarde, es la que más persiste en mi recuerdo. Los dos eramos conscientes la vuelta a la realidad estaba ya en el ambiente, olía a final de verano. Te presentaste sin avisar, como de costumbre, en mi puerta y en unos minutos los dos rodábamos sobre las curvas. Yo me aferraba fuerte a tu cintura y tú me mirabas divertido. El viento como testigo de que aquello no era un sueño.
Al llegar a la caleta estaba desierta, como reservada para los dos. Eramos la libertad, me decías al oído mientras acariciabas mi espalda. Yo sonreía, y dibujaba círculos imperfectos en la arena. Ahora me parecía tan irreal aquel momento... y la vez tan perfecto.
Debo dejar de escribirte cartas de madrugada me repito constantemente, pero... ¿cómo logro contener todo lo que me dejaste dentro? Ahora las letras son lo único que tengo. Nos dejamos marchar, era lo más lógico... eramos libertad.
Solía volver a aquella playa apartada, cuando te echaba de menos. Fueron demasiadas ocasiones, más de la que quisiera reconocer, lo admito. Eso leerías en mis cartas, si alguna vez tuviera valor de enviarlas.
Me sentaba a escribirte, mirando aquella espiral alada, enjugando alguna lágrima, esgrimiendo alguna sonrisa.
Ese era el lugar donde nos reencontraba.
Allí regresé esta tarde, en un segundo se destruyó ese dulce recuerdo. Te reconocí al instante jamás esperé encontrarte en la caleta después de tanto tiempo. Me sentí tan pequeña al verte... con ella, cogidos de la mano y perdidos en un beso.
Debo dejar de escribirte cartas de madrugada, me repito constantemente... Mientras dibujo de nuevo ese maldito símbolo, mis labios se adormecen en ese recuerdo.
Esas cartas que miro antes de dormir, reposan sobre mi mesita de noche perfectamente cerradas. Desprenden un amargo olor de abandono, parece que ya lo presientan... jamás serán enviadas.
Hoy he vuelto a faltar a mi palabra, son las tres de la mañana y firmo la última carta algo temblorosa. Bueno, no es una firma, al final de cada una de las cartas siempre dibujo un símbolo, nuestro símbolo. ¿Recuerdas aquel que vimos al atardecer gravado en las rocas?
No consigo olvidar las tardes refugiados en la caleta. Aquella última tarde, es la que más persiste en mi recuerdo. Los dos eramos conscientes la vuelta a la realidad estaba ya en el ambiente, olía a final de verano. Te presentaste sin avisar, como de costumbre, en mi puerta y en unos minutos los dos rodábamos sobre las curvas. Yo me aferraba fuerte a tu cintura y tú me mirabas divertido. El viento como testigo de que aquello no era un sueño.
Al llegar a la caleta estaba desierta, como reservada para los dos. Eramos la libertad, me decías al oído mientras acariciabas mi espalda. Yo sonreía, y dibujaba círculos imperfectos en la arena. Ahora me parecía tan irreal aquel momento... y la vez tan perfecto.
Debo dejar de escribirte cartas de madrugada me repito constantemente, pero... ¿cómo logro contener todo lo que me dejaste dentro? Ahora las letras son lo único que tengo. Nos dejamos marchar, era lo más lógico... eramos libertad.
Solía volver a aquella playa apartada, cuando te echaba de menos. Fueron demasiadas ocasiones, más de la que quisiera reconocer, lo admito. Eso leerías en mis cartas, si alguna vez tuviera valor de enviarlas.
Me sentaba a escribirte, mirando aquella espiral alada, enjugando alguna lágrima, esgrimiendo alguna sonrisa.
Ese era el lugar donde nos reencontraba.
Allí regresé esta tarde, en un segundo se destruyó ese dulce recuerdo. Te reconocí al instante jamás esperé encontrarte en la caleta después de tanto tiempo. Me sentí tan pequeña al verte... con ella, cogidos de la mano y perdidos en un beso.
Debo dejar de escribirte cartas de madrugada, me repito constantemente... Mientras dibujo de nuevo ese maldito símbolo, mis labios se adormecen en ese recuerdo.
Precioso, lleno de romanticismo.
ResponderEliminarUn besillo.
Encantada que te gustase el retal. Muchas gracias por comentar. Besos María
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