jueves, 21 de enero de 2016

Delirio

Siempre te apareces como un gemido, sin previo aviso, erradicando en un instante cualquier resquicio de mi razón. Zarandeas sin compasión mis sentidos, 
robando toda mi voluntad. 

Quisiera ser la brisa que entra suave por tu ventana una noche de verano. 
Adentrarme sigiloso, no te quiero despertar. Depositar los versos que suscitas sobre tu almohada. 





Ser silencioso testigo, contemplarte dulcemente dormida, apaciguada. 
Enredarme entre las sábanas, esas que acarician tu desnudo cuerpo cada noche. 
Esperar pacientemente un movimiento, que deje ver algún centímetro de piel desconocido. 



Anhelo ser el aire que respiras mientras duermes, entrar en tus labios recorrerte despacio. Sentirme cautivo y libre en cada exhalación, hace tiempo que lo asumí... ya eres mi prisión.



Suspirar pausadamente sobre tu espalda, despeinarte el cabello, rozar tu delicado cuello. Quisiera convertirme en vendaval y hacer trizas el reloj, detener la madrugada en ese preciso momento. 



Esta noche, quisiera asomarme a tus más profundos sueños. Descubrir tan solo algunos secretos. Desespero en este intenso deseo, mientras soporto no ser viento. Esta noche tan solo soy delirio. Te pienso, te imagino, te suspiro dulce, suave, seductora ... mientras te sueño. 

jueves, 14 de enero de 2016

Secretos

La felicidad era un sentimiento que no había conocido plenamente, de eso era consciente hacía ya un tiempo. Aunque se empeñara en sonreír a la vida con una amplia sonrisa y paseara con apariencia despreocupada y alegre. En lo más reservado de su ser, habitaba la más sincera tristeza. Ella ya se había acostumbrado a sentir cerca esa angustia, la sentía como una eterna compañera. 

En lo más hondo de su garganta, albergada en un estado latente, dormía una confesión. La proeza más difícil era mantener esa voz callada, pues la presentía con demasiada intensidad. Ese nudo en sus cuerdas vocales le dejaba un amargo sabor. Deseaba liberarse, gritar con brío al viento ese obligado silencio. Vivía atormentada por la carga que suponía ahogar esas palabras. La nostalgia se afianzaba en su voz, nutriéndose con cada sílaba no pronunciada. 

En las noches sin luna, el pesar era mayor lo sentía presionando con fuerza en su pecho. Ante la ausencia de su confidente, ella se abrazaba con ansia a su secreto para darse aliento. Trataba de ocupar esas horas protegiendo su ventana iluminada. Encendía velas de almizcle y canela, se sentaba a tejer en la vieja butaca de cuero, no olvidaba tener a mano la botella de licor de cassís. Así simulando estar entretenida se quedaba despierta, entre madejas de lana y sorbos de licor, observaba hipnotizada el danzar de las llamas. Como único propósito, mantener su voz silenciada hasta la llegada del alba. 

Cuando los primeros rayos de sol despuntaban en el horizonte, en sus cansados ojos se apreciaba un leve brillo, quizás de esperanza. Entonces se dirigía a la cama, no sin antes contemplar la limpia luz de la mañana. Amanecía un nuevo día que daría paso a una noche de luna nueva. Entonces podía descansar tranquila, esa noche le daría algo de tregua... podría susurrar al viento cada palabra silenciada, pues su confidente sería la que iluminaría su ventana y ella aliviaría ligeramente su alma.






jueves, 7 de enero de 2016

Esa candela

Hay un lugar al que mi mente viaja cuando busca refugio. Es una curiosa estancia, no se trata de ningún paraíso terrenal, ni ninguna playa vestida de blanca arena y bañada por aguas cristalinas. 
Cierro los ojos y lo veo con claridad, un cuartito tan humilde que antaño había sido una cuadra. Allí es donde me imagino cuando necesito un abrazo. 

Ese cuarto se asoma a un patio de coloridas flores, pintorescas macetas que conozco desde mi infancia. Pero su principal atracción está en un rincón, donde arde con intensidad la candela. Alrededor de ella, sillas bajas dispuestas y a la espera de una reparadora costumbre.
Mientras las llamas alumbran, el calor invade la estancia y se entra en un estado de relajación extrema. En días en los que necesito un respiro me imagino allí... espatarrada en la candela, termino exacto que define ese acto. 

Ahora ve pasar las estaciones del año entre pespuntes y ascuas.  Pero su encanto se esconde en esos momentos de los que ha sido testigo. Una sonrisa cómplice seguida de un abrazo apretado. Las palabras tristes están permitidas pues cuando invaden el aire, se convierten en lágrimas  y se transforman al instante en alegría contenida... 




Aún no sé explicar si un día mi corazón dejó un trozo de él allí pintado en la pared. O más bien, albergué una llama en mi pecho de ese sagrado lugar. Lo que puedo decir es que allí estoy también cuando alguien deje escapar un quejido o un lamento... un suspiro o un anhelo... una risa o alguna locura... pues el calor de mi hogar nace de esa candela.

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