Pinceladas
Después de caminar entre sombras, acostumbrarse a un paisaje gris parecía una respuesta de lo más natural. Aquel día, desconocía que una minúscula pincelada de color tendría tanta intensidad.
Era una mañana más de febrero, amaneció nublado y un fuerte viento azotaba las ramas de los árboles.
La única motivación de Sofia aquella mañana era que por fin era viernes y tenía una cita especial.
Las horas en el trabajo algo más pesadas por acarrear el peso de toda la semana. Miraba a fuera, de vez en cuando, para descansar la vista del ordenador. El paisaje desde la ventana se mostraba gris, como de costumbre.
Cuando dieron las tres, la monotonía se transformó en entusiasta energía.
Al salir de la oficina paró a comer algo rápido, a las cuatro empezaban las ansiadas clases de pintura.
Llegó algo tarde, la sala era amplia y apenas seis personas estaban sentadas ya ante los lienzos, saludó tímidamente y enseguida puso los ojos en la profesora, quien empezaba su discurso sobre la presentación del curso.
La instrucción para ese primer día era una obra libre. La única condición era que deberían reflejar un recuerdo feliz, tenían el material ante ellos y dos horas por delante.
Sofía estaba indecisa y algo decepcionada, ella quería aprender técnicas, no seguir garabateando sin estilo.
Su primer instinto, fue coger el pincel y dibujar árboles negros.
La profesora paseaba por la sala, y se detuvo ante su lienzo, apoyó el brazo en su hombro y le susurro: es interesante que la felicidad tenga ese color para ti.
Sofía hizo una mueca, y recordó la instrucción, cerró los ojos, enseguida le vino la inspiración, aunque se resistía a utilizar los colores, se decidió usar un tono e ir degradandolo, su bosque sutilmente cobró algo de vida.
Sofía estaba satisfecha del resultado. Sus compañeros habían ido rodeándola atraídos, ella no podía dejar de mirar sonriente el cuadro. Una voz rompió el silencio: ¿Cuál era tu recuerdo feliz?
Dubitativa y sin dejar de sonreír, ella, tan solo acertó a decir: Pensé en el día en el que me enfrenté a mi mayor miedo y esa sensación es la que ahora vuelvo a sentir.
Era una mañana más de febrero, amaneció nublado y un fuerte viento azotaba las ramas de los árboles.
La única motivación de Sofia aquella mañana era que por fin era viernes y tenía una cita especial.
Las horas en el trabajo algo más pesadas por acarrear el peso de toda la semana. Miraba a fuera, de vez en cuando, para descansar la vista del ordenador. El paisaje desde la ventana se mostraba gris, como de costumbre.
Cuando dieron las tres, la monotonía se transformó en entusiasta energía.
Al salir de la oficina paró a comer algo rápido, a las cuatro empezaban las ansiadas clases de pintura.
Llegó algo tarde, la sala era amplia y apenas seis personas estaban sentadas ya ante los lienzos, saludó tímidamente y enseguida puso los ojos en la profesora, quien empezaba su discurso sobre la presentación del curso.
La instrucción para ese primer día era una obra libre. La única condición era que deberían reflejar un recuerdo feliz, tenían el material ante ellos y dos horas por delante.
Sofía estaba indecisa y algo decepcionada, ella quería aprender técnicas, no seguir garabateando sin estilo.
Su primer instinto, fue coger el pincel y dibujar árboles negros.
La profesora paseaba por la sala, y se detuvo ante su lienzo, apoyó el brazo en su hombro y le susurro: es interesante que la felicidad tenga ese color para ti.
Sofía hizo una mueca, y recordó la instrucción, cerró los ojos, enseguida le vino la inspiración, aunque se resistía a utilizar los colores, se decidió usar un tono e ir degradandolo, su bosque sutilmente cobró algo de vida.
Sofía estaba satisfecha del resultado. Sus compañeros habían ido rodeándola atraídos, ella no podía dejar de mirar sonriente el cuadro. Una voz rompió el silencio: ¿Cuál era tu recuerdo feliz?
Dubitativa y sin dejar de sonreír, ella, tan solo acertó a decir: Pensé en el día en el que me enfrenté a mi mayor miedo y esa sensación es la que ahora vuelvo a sentir.
Comentarios
Publicar un comentario