Refugio

Nunca serán grandes gestas las que recordaré con nostalgia. Siempre me abrazaré a esos sencillos detalles, que quizás a simple vista carecen de importancia. Son las escenas cotidianas las que dan sentido a un incomprensible y cruel mundo. Cuando el estrés consigue hacer mella en mis esperanzas. Cuando creo que la realidad gana la batalla a mis sueños. Cuando deseo escapar de todo o de todos. En ese momento, tan solo me apetece cerrar los ojos y sumergirme en algo aparentemente sencillo:
reposar apaciguada junto a ti. 

En el salón a media luz, algunos rayos de sol se cuelan bajo la persiana.  Mientras apoyo mi cabeza en tu hombro, tan solo un suspiro nos separa. Tus manos se enredan en las mías, tus ojos me invaden de calma. Ahuyentando a los fantasmas, fundidos en efímero, intenso abrazo. En trance, acaricio tu cuello, tú buscas cobijo sobre mi regazo.
Mientras despeinas mi cabello, mi cabeza consigue no pensar en nada. En ese instante, no importan ni el tiempo, ni el espacio. Dejan de importar incluso las palabras.
El grato silencio, quebrado por un estallar de carcajadas. Suavemente esbozas mimos en mi espalda, sin necesidad de más, somos lenguaje de miradas. 

Así deleitando complicidad, ajenos en nuestro refugio. Siendo lento beso y caricia descuidada, respirando entrecortados nos damos calma. Momento fugaz que quisiera apresar, momento que reconforta y colma el alma. 





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