Despertar
Has estado deambulando por un laberinto.
Es lo que levemente recordaba cuando conseguí recobrar el conocimiento.
Ese día, en ese inesperado instante. Me convertí en estallido y sin pretenderlo arrasé con todo.
Frustración comprimida liberada en un torrente de furia desbocada.
Grito, temblor y calada devastación.
Exhausta, consumida dispuesta a abrazar una nueva derrota.
El silencio es refugio, aunque resuene hueco y vacío.
Ilusoria calma que vocea reproches propios, también ajenos.
En medio de ese ciclón, sucedió.
Me vi por vez primera y ella regresó.
Mi aletargada inspiración enlazaba palabras, sin cesar y con sentido inspirador.
Horas, días y noches sin parar de escribir.
Mi historia, mi camino, se revelaban ante mí en un idioma desconocido.
A cada frase de dolor, de incomprensión, de desaprobación le acompañaba esa sensación de satisfacción.
Descifrar ese misterio, mi gran reiterado error.
Pronunciar la verdad de lo que hasta ese día había sentido por mí misma continuamente.
Desmaquillar, desnudar todo lo creído hasta ese momento.
Se desvanecía la culpa en los demás y las circunstancias.
Consciente, humilde, responsable.
Imperfecta, vulnerable, desconectada.
Altamente sensible, altamente autorechazada.
Ante ese clímax emocional, aterrada y entusiasmada.
Encontré la salida de ese laberinto que yo misma había construido.
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