El rincón del escaparate
Sobrecogida, me quedé largo rato observando esa muñeca, no podía acabar de creer lo que veía... era una réplica casi exacta de una muñeca que tuve de niña.
Sin pensarlo entré para preguntar por ella, necesitaba comprarla. Tras el mostrador, un joven distraído envolvía una escultura de un dragón negro.
Me entretuve observando los objetos. En el comercio, se exhibían artículos de un estilo particular, algunas obras artesanas y objetos con aire de los años 50. Me quedé observando una pintura preciosa, los rostros de cuatro ninfas de cabellos coloridos, representaban las cuatro estaciones. Me quedé mirando el rostro del invierno, sus ojos eran tan reales, parecían de hielo.
- Perdona la espera, pero no está en venta. - me interrumpió del trance el dependiente.
- No, no estoy interesada en el cuadro, en realidad...
- Lo sé, te interesa la muñeca que está en la vitrina- me dijo él antes de pudiera terminar.
- Pero... ¿cómo?... - balbuceé, sin entender lo que pasaba.
- Lo sé, te interesa la abuelita del escaparate. Lo he sabido desde que te detuviste ante el aparador.
- Disculpa, pero no entiendo cómo has podido saberlo... es imposible que conozcas mi interés, es algo...
- Personal- terminó él, la frase.
Un escalofrío nacía en mi interior, cobrando cada vez más intensidad. Perpleja, miraba a aquel desconocido durante unos segundos, era incapaz de articular palabra. Él seguía ante mí, mirándome inmóvil y con una expresión de calma que me desconcertaba. Un instante, realmente extravagante, con un gesto dubitativo fui dirigiéndome a la puerta en silencio. Seguía mirándome, yo no sabía qué decir, no entendía quien era esa persona, andando despacio hacia atrás me vi de nuevo en la calle.
Tardé varias semanas en pasar por delante de aquel lugar. Era un día húmedo, cuando inconscientemente volví a caminar por mi habitual trayecto. No pude evitar pararme ante la tienda y me sorprendí al ver que la muñeca no estaba. Al principio, sentí tristeza, pero una furia interior se desató y entré decidida a desahogarme.
El dependiente, me hizo un gesto de calma y me dijo :
- Te dije que no estaba a la venta, y es cierto. Pues ese rincón del escaparate siempre ha estado vacío. Solo refleja un olvidado objeto, que es importante recordar para ti en este instante. Y si no me crees, intenta pensar que has estado haciendo estos últimos días.
No pude contestar, pues me quedé inmóvil al recordar que había estado pasando por la residencia. Había ido a visitar a mi abuelo con más frecuencia, desde que evité pasar por delante de esa tienda.
Cuando pude articular palabra acerté a preguntarle en un tartamudeo:
- Tú tú... ¿qui quién eres?
-¿Quién sabe? ¿quizás el destino?¿Quizás el futuro? En el fondo no importa - respondió con una estremecedora sonrisa, desapareciendo tras la trastienda.
- Perdona la espera, pero no está en venta. - me interrumpió del trance el dependiente.
- No, no estoy interesada en el cuadro, en realidad...
- Lo sé, te interesa la muñeca que está en la vitrina- me dijo él antes de pudiera terminar.
- Pero... ¿cómo?... - balbuceé, sin entender lo que pasaba.
- Lo sé, te interesa la abuelita del escaparate. Lo he sabido desde que te detuviste ante el aparador.
- Disculpa, pero no entiendo cómo has podido saberlo... es imposible que conozcas mi interés, es algo...
- Personal- terminó él, la frase.
Un escalofrío nacía en mi interior, cobrando cada vez más intensidad. Perpleja, miraba a aquel desconocido durante unos segundos, era incapaz de articular palabra. Él seguía ante mí, mirándome inmóvil y con una expresión de calma que me desconcertaba. Un instante, realmente extravagante, con un gesto dubitativo fui dirigiéndome a la puerta en silencio. Seguía mirándome, yo no sabía qué decir, no entendía quien era esa persona, andando despacio hacia atrás me vi de nuevo en la calle.
Tardé varias semanas en pasar por delante de aquel lugar. Era un día húmedo, cuando inconscientemente volví a caminar por mi habitual trayecto. No pude evitar pararme ante la tienda y me sorprendí al ver que la muñeca no estaba. Al principio, sentí tristeza, pero una furia interior se desató y entré decidida a desahogarme.
El dependiente, me hizo un gesto de calma y me dijo :
- Te dije que no estaba a la venta, y es cierto. Pues ese rincón del escaparate siempre ha estado vacío. Solo refleja un olvidado objeto, que es importante recordar para ti en este instante. Y si no me crees, intenta pensar que has estado haciendo estos últimos días.
No pude contestar, pues me quedé inmóvil al recordar que había estado pasando por la residencia. Había ido a visitar a mi abuelo con más frecuencia, desde que evité pasar por delante de esa tienda.
Cuando pude articular palabra acerté a preguntarle en un tartamudeo:
- Tú tú... ¿qui quién eres?
-¿Quién sabe? ¿quizás el destino?¿Quizás el futuro? En el fondo no importa - respondió con una estremecedora sonrisa, desapareciendo tras la trastienda.
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