¿Olvidar?

Quisiera tener una habilidad imposible: extirpar un recuerdo. En el fondo, solo me gustaría poder borrar algunos fragmentos que se instauraron permanentemente. Esos que aparecen como una visión borrosa de imágenes,  sonidos y palabras. Esos pedacitos de mi memoria,  que me siguen produciendo amargura.
Quisiera tener esa habilidad, aunque sé que es imposible deshacer los hechos, asumo que lo hecho quedó hecho.  Aunque cruel, aunque desgarrador. Se instaló en el interior,  en un lugar tan profundo en el que nacieron fuertes raíces. 
Es inevitable recordarlo,  porque fue un terrible huracán que me devastó demasiado... aunque hoy no se aprecie, sé que pintó de oscuro parte de mi alma.
Era necesario hablar,  porque apresado en la mente parecía no haber ocurrido.  Aunque cada sílaba fuera acompañada de una laguna,  de un viento o un quejido.
Es respetable querer olvidar (aunque imposible),  pues la herida seguirá abierta hasta que habite en el infierno. Pero mi pensamiento derrama recuerdos,  percibe detalles cercanos que me recuerdan mi penitencia.
Deseo poder gritarlo, me siento víctima de un engaño. Esa niña cauta,  precavida, que mide cada paso...  termina atropellada, sin embargo.
A veces,  miro como brillan mis ojos en llanto.  Me tranquiliza,  me equilibra sentir el desgarro.  Después  me cuestiono si es algo sano,  pero mi alma teñida me impide olvidar que en lugares más oscuros estuvo antaño. Entonces,  solo entonces logro aceptar que el dolor me hizo fuerte,  pues mi lamento me encerró entre paredes solitarias durante largo tiempo. Allí recluida, era incapaz de echarle ni una mirada.  


Miro al frente,  aceptando,  que es imposible el olvido.  Me abrazan profundas cicatrices que me atan al pasado.  Fugazmente en ciertas ocasiones,  soy capaz de ser libre.  Pero como un suplicio,  el ayer se hace presente,  me recuerda de donde vengo.  Me gustaría saber hacia donde me dirijo,  a pesar que  la experiencia me enseñó a no creer en los milagros. 
Si algo entendí es que lo que realmente cambia a un ser, es el desgarro del más amargo llanto.  Y que a través de ese  desengaño, empieza un intenso viaje interior.
Hace tiempo que lo sé, puedo con más retos de los que jamás creí afrontar. Si realmente,  tuviera la capacidad de borrar algo... Borraría tan sólo una lágrima.  Esa lágrima que otros derramaron por mí, pues ya comprendí que la tormenta era necesaria.  Aunque siempre quedarán rastros de nubes,  el sol empezó a brillar para mí. 


dibujo: Beatriz Arjona (julio 2015)

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