Detenerse en el tiempo
Era una costumbre casi enfermiza, cada atardecer se aferraba a la reja de esa ventana abandonada. Contemplaba con melancolía otra puesta de sol, refugiada tras esas paredes desconchadas.
El viento traía consigo recuerdos de las vitales risas, de las cómplices miradas y de los cálidos besos. Ahora nada de eso se podía percibir en el ambiente. Ella se había dejado abrazar por la soledad que habitaba en aquel hogar.
Ella, que tiempo atrás, había mirado a los ojos y besado sin aliento a la más profunda tristeza. Ella que ocultó su sonrisa, en un lugar tan profundo que olvidó el afable calor de su caricia. Ella que fue un torrente de lágrimas, esas que inundaron su alma hasta convertirla en amargura y sal. Ella que tiempo atrás sintió haberse transformado en el retrato del verdadero dolor...
Ahora era impasible, serena... ya no sentía. Al mirarse reflejada en aquellas ventanas empañadas, tan solo veía el fiel retrato de la decepción. Quizás había sido un error... pensar que un corazón roto dolería.
Refugiada en su melancolía, sabía que aquello no era dolor. Su pecho ahora, tan solo estaba inundado de un descomunal vacío.
Aunque cada tarde, al caer el último rayo de sol, no podía evitar aquella lágrima que rodaba angustiosa por su mejilla. Recordaba cada una de las caricias olvidadas, recordaba el frío que desprendía su hogar. En el instante en que el sol se ocultaba, solo podía sentir un pellizco en ese maltrecho corazón. Entonces, tan solo pensaba que aunque el mundo seguía pintado en un vivo color allá fuera... Ella... ella había decidido detenerse en el tiempo.
El viento traía consigo recuerdos de las vitales risas, de las cómplices miradas y de los cálidos besos. Ahora nada de eso se podía percibir en el ambiente. Ella se había dejado abrazar por la soledad que habitaba en aquel hogar.
Ella, que tiempo atrás, había mirado a los ojos y besado sin aliento a la más profunda tristeza. Ella que ocultó su sonrisa, en un lugar tan profundo que olvidó el afable calor de su caricia. Ella que fue un torrente de lágrimas, esas que inundaron su alma hasta convertirla en amargura y sal. Ella que tiempo atrás sintió haberse transformado en el retrato del verdadero dolor...
Ahora era impasible, serena... ya no sentía. Al mirarse reflejada en aquellas ventanas empañadas, tan solo veía el fiel retrato de la decepción. Quizás había sido un error... pensar que un corazón roto dolería.
Refugiada en su melancolía, sabía que aquello no era dolor. Su pecho ahora, tan solo estaba inundado de un descomunal vacío.
Aunque cada tarde, al caer el último rayo de sol, no podía evitar aquella lágrima que rodaba angustiosa por su mejilla. Recordaba cada una de las caricias olvidadas, recordaba el frío que desprendía su hogar. En el instante en que el sol se ocultaba, solo podía sentir un pellizco en ese maltrecho corazón. Entonces, tan solo pensaba que aunque el mundo seguía pintado en un vivo color allá fuera... Ella... ella había decidido detenerse en el tiempo.
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