Morderse
Mientras esperaba impaciente... él se mostraba seguro, decidido, se movía con una desmesurada naturalidad mientras se acercaba. La calle estaba abarrotada, ella sentada en la terraza, no sabía en qué momento era adecuado levantarse. Se habían reconocido y mientras se miraban de lejos, no podían parar de sonreír.
Un saludo cordial, dos besos y una sonrisa cómplice... delicioso inicio.
Hacía varios meses que no habían hablado, pero en el aire se respiraban recuerdos de travesura.
Leyre rompió el hielo primero:
- Bueno, resulta extraño estar aquí y que solo pueda recordar ciertas cosas.
- Vaya y dime ¿qué recuerdas?.- preguntó él tras una carcajada.
- Creo que ya debes saberlo- dijo ella dirigiendo la mirada descaradamente al espejo de detrás de la barra.
- Desde aquel día no había regresado al Rincón de nadie, fue raro no volver a mirarnos al espejo después de todo esa noche.
- Si me arrepiento mucho- dijo ella con un tono pícaro.
-Mmmmm.... ¿así que te arrepientes? entonces ya somos dos- contestó él mientras daba un sorbo al té despreocupado.
Leyre estalló de risa en ese instante, no sabía bien como proponer su indecente intención. Estaba mucho más nerviosa de lo que esperaba. Habían pasado apenas veinte minutos desde su reencuentro y sentía la imperiosa necesidad de morder suavemente la seductora perilla de Víctor. En un gesto inconsciente, estaba mordiéndose lentamente el labio mientras le miraba con deseo inconfesable.
- Sé lo que estás pensando, conozco esa mirada- le dijo Víctor sacándola de su ensoñación.
- No tienes ni la más remota idea de lo que me está pasando por la cabeza- contestó en tono burlesco.
- Puede ser que no lo sepa exactamente, pero solo te digo que hoy no tengo intención de arrepentirme- dijo él, retador.
En ese momento él acercó la silla colocándose al lado de Leyre. Se inclinó levemente hasta rozar su cuello con los labios. La respiración de Leyre se aceleraba sin remedio al sentirle respirar sobre su pelo. Seguía mordiéndose el labio y en un susurro de voz le dijo:
- Muérdeme.
Acto seguido, dejaron escapar todos esos besos retenidos. Miradas depravadas acompañadas de caprichosos mordiscos. Leyre se detuvo un instante para susurrarle al oído:
- Es delicioso esto de volver a morderse, solo hay un inconveniente... Hay demasiada gente para poder enseñarte donde deseo que me muerdas.
Víctor la miró cómplice y la agarró fuerte de la mano:
-Acompáñame, vamos a un lugar más apropiado para mordernos. Hoy no habrá arrepentimientos.
Un saludo cordial, dos besos y una sonrisa cómplice... delicioso inicio.
Hacía varios meses que no habían hablado, pero en el aire se respiraban recuerdos de travesura.
Leyre rompió el hielo primero:
- Bueno, resulta extraño estar aquí y que solo pueda recordar ciertas cosas.
- Vaya y dime ¿qué recuerdas?.- preguntó él tras una carcajada.
- Creo que ya debes saberlo- dijo ella dirigiendo la mirada descaradamente al espejo de detrás de la barra.
- Desde aquel día no había regresado al Rincón de nadie, fue raro no volver a mirarnos al espejo después de todo esa noche.
- Si me arrepiento mucho- dijo ella con un tono pícaro.
-Mmmmm.... ¿así que te arrepientes? entonces ya somos dos- contestó él mientras daba un sorbo al té despreocupado.
Leyre estalló de risa en ese instante, no sabía bien como proponer su indecente intención. Estaba mucho más nerviosa de lo que esperaba. Habían pasado apenas veinte minutos desde su reencuentro y sentía la imperiosa necesidad de morder suavemente la seductora perilla de Víctor. En un gesto inconsciente, estaba mordiéndose lentamente el labio mientras le miraba con deseo inconfesable.
- Sé lo que estás pensando, conozco esa mirada- le dijo Víctor sacándola de su ensoñación.
- No tienes ni la más remota idea de lo que me está pasando por la cabeza- contestó en tono burlesco.
- Puede ser que no lo sepa exactamente, pero solo te digo que hoy no tengo intención de arrepentirme- dijo él, retador.
En ese momento él acercó la silla colocándose al lado de Leyre. Se inclinó levemente hasta rozar su cuello con los labios. La respiración de Leyre se aceleraba sin remedio al sentirle respirar sobre su pelo. Seguía mordiéndose el labio y en un susurro de voz le dijo:
- Muérdeme.
Acto seguido, dejaron escapar todos esos besos retenidos. Miradas depravadas acompañadas de caprichosos mordiscos. Leyre se detuvo un instante para susurrarle al oído:
- Es delicioso esto de volver a morderse, solo hay un inconveniente... Hay demasiada gente para poder enseñarte donde deseo que me muerdas.
Víctor la miró cómplice y la agarró fuerte de la mano:
-Acompáñame, vamos a un lugar más apropiado para mordernos. Hoy no habrá arrepentimientos.
Esa antesala del momento es provocadora. Me ha encantado como lo has descrito. Genial.
ResponderEliminarUn abrazo.