jueves, 28 de abril de 2016

Refugio

Nunca serán grandes gestas las que recordaré con nostalgia. Siempre me abrazaré a esos sencillos detalles, que quizás a simple vista carecen de importancia. Son las escenas cotidianas las que dan sentido a un incomprensible y cruel mundo. Cuando el estrés consigue hacer mella en mis esperanzas. Cuando creo que la realidad gana la batalla a mis sueños. Cuando deseo escapar de todo o de todos. En ese momento, tan solo me apetece cerrar los ojos y sumergirme en algo aparentemente sencillo:
reposar apaciguada junto a ti. 

En el salón a media luz, algunos rayos de sol se cuelan bajo la persiana.  Mientras apoyo mi cabeza en tu hombro, tan solo un suspiro nos separa. Tus manos se enredan en las mías, tus ojos me invaden de calma. Ahuyentando a los fantasmas, fundidos en efímero, intenso abrazo. En trance, acaricio tu cuello, tú buscas cobijo sobre mi regazo.
Mientras despeinas mi cabello, mi cabeza consigue no pensar en nada. En ese instante, no importan ni el tiempo, ni el espacio. Dejan de importar incluso las palabras.
El grato silencio, quebrado por un estallar de carcajadas. Suavemente esbozas mimos en mi espalda, sin necesidad de más, somos lenguaje de miradas. 

Así deleitando complicidad, ajenos en nuestro refugio. Siendo lento beso y caricia descuidada, respirando entrecortados nos damos calma. Momento fugaz que quisiera apresar, momento que reconforta y colma el alma. 





jueves, 21 de abril de 2016

Arrebato

La adrenalina corría por sus venas de una forma incontrolable. ¿Cómo podía sentirse tan viva después de realizar un acto tan atroz? Era un estado tan novedoso de éxtasis y satisfacción, parecía peligrosamente adictivo.
Nada predecía que su día se complicaría de aquella manera, un miércoles cualquiera en el que la aburrida rutina le esperaba. Desde hacía ya unos meses las horas parecían días dentro de la tienda, la clientela había ido disminuyendo considerablemente. No había ayudado que las obras de la avenida se alargaran más de medio año. Un enfrentamiento encarnecido mantenían la asociación de comerciantes y el ayuntamiento.  
Aquella mañana, después de levantar la persiana y volver a limpiar los cristales del polvo levantado por las obras. Se sentó a leer el periódico y tomar el café, poco más hacía hasta que llegara el mediodía, que era la hora más animada de la mañana. 
Un estrepitoso golpe sobre el escaparate la abstrajo de la sección de economía. Al levantar la vista, se quedó atónita durante unos segundos. Como una alucinación, un barullo de cristales y camisetas caían sobre el suelo. Después no podía apartar la mirada de ese camión encastrado en su tienda de deportes. 
Ni un ápice de solidaridad con el conductor, una furia sobrehumana la dominó en segundos. Aquel hombre cincuentón atontado y torpe por el impacto, bajó de la cabina aparentemente ileso. Sin mediar palabra, ella agarró uno de los bates de béisbol de la vitrina. Le asestó el primer golpe sobre la cabeza contusionada, en el segundo golpe el hombre cayó al suelo.  Siguió golpeando el cráneo de aquel pobre despistado, descargando toda su frustración de aquel catastrófico año.
Estaba fuera de sí, un sabor metálico en la boca le hizo ser consciente que estaba cubierta de sangre y que aquel desgraciado estaba en el suelo sin moverse. Fue un instante en el que apreció que su víctima se estaba atragantando en su propia sangre. Le pareció adecuado un acto de compasión y remató la faena. Fríamente recogió un puñado de camisetas del suelo, se agachó y le cubrió la cara haciendo presión. Siguió presionando hasta notar una última sacudida y un cuerpo inerte bajo ella.  
Medir el tiempo de su respuesta le sería complicado, había sucedido todo demasiado deprisa. Había entrado en trance y en un estado de alta excitación. Al girarse vio que una multitud de personas la observaban con cara de incomprensión. Algunos obreros gritaban horrorizados, algunos viandantes  llamaban por teléfono a la policía. 

Ella se levantó, se limpió la sangre de las manos con las camisetas y volvió al mostrador a terminar su café. Encendiéndose un cigarrillo murmuró: 

- Quizás el día se ha vuelto algo más interesante que de costumbre...



jueves, 14 de abril de 2016

Aliento

Aquella tarde soplaba fuerte viento, el sol brillaba y en el cielo las nubes zozobraban inquietas. El paseo marítimo estaba atestado, como de costumbre un domingo por la tarde. Dubitativa me atreví a dar un tímido gesto. Me acerqué y me aferré a su brazo, con el pretexto de resguardarme de aquel incomodo aire. Él lo tomó como un gesto natural,  y me invitó tímidamente  a seguir caminando a su lado.   

Hablaba incrédula y aceleradamente, pero consciente de querer capturar ese instante.  Deseaba congelar el tiempo,   recordar cada minúsculo detalle del momento en el que nos habíamos encontrado,  sin esperarlo. 
Algunos chicos jugaban descamisados a pelota en la playa,  pese al frío. De fondo el mar acompañaba nuestros pasos con su sonoro oleaje. La intensa brisa transportaba las gotas de mar hasta salpicarnos y nosotros tan solo podíamos sonreír.

En un instante después sucedió, me dejé arrastrar al límite del abismo. Paseando unidos, reservados, sin atrevernos siquiera a mirarnos. Fue un segundo en el que nuestros ojos se encontraron. La incertidumbre se diluyó en esa intensa confianza de su mirada.
En ese preciso instante descubrí que había algo en aquellos ojos color avellana. Resultaba imposible encontrar las palabras que transmitan exactamente esa sensación. Difícil explicar la contradicción que causaban.  
Parecía una tarde de invierno más, pero tan solo recuerdo desvanecerme en esa mirada. Sentir estar al borde de un precipicio y al mismo tiempo creer volar.





jueves, 7 de abril de 2016

Latir

Otra herida,  aunque esta era previsible me dije al instante, a pesar de eso el escozor resultaba poco reconfortante.  
Cicatrices,  rasguños y golpes. Sentir intensamente en ocasiones tiene ese precio... Me repito mientras acomodo un nuevo remiendo.  

Tormentoso sacrificio, tratar de no dejar entrar a la ilusión. Incapaz de lograrlo, pues en cada jirón anudé con fuerza sueños que sostienen este maltrecho corazón.  

Herido, no vencido. Persiste latiendo, en ocasiones torpe. 
Se volvió pedazos remendados de esperanza,  anhelo y fantasías.
En cambio, es constante en su guerra con la razón. Por algún instante finge escuchar  a esta enredada cabeza, que ya no sabe si piensa por si sola... o bien... palpita.

Así, disimulando entrar en razón acaba por ir derecho al desastre, en busca quizás de otra aflicción. Tozudo y de apariencia impenetrable. Sensible y repleto de ilusión. Se contradice y decide apresurado. Entusiasta y soñador. A veces pecaminoso e indeciso. También inquieto y servicial. 

Trato inútilmente de apresarle, de frenarle o ignorarle... Resulta un pesar eso de andar en busca de lastimarse. 




Después de cada rasguño, cierro los ojos y recuerdo algo...  Cómo le sentí brincar, elevarse y flotar. Aunque quizás fue efímero el sentirme volar, aunque la quemazón en mi pecho tarde en curar. Merece las pena hacer las cosas como realmente las siento, jamás daría un paso atrás.


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