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Mostrando entradas de julio, 2015

Mirarte

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Acudiste a mí, perdida. Sobraban las palabras, solo te abracé fuerte y permití que fluyeras en inquietante drama.  Tras la calma que siempre proporciona liberar el llanto, ahora descansas abatida sobre mi regazo.  Ahora que estás calmada, sosegada y frágil. Acaricio tu pelo y pienso en susurrarte sinceras palabras de aliento.  Mi niña que acudes a mí, tras otra sacudida imprevista. Protegerte es una respuesta incompleta, quisiera que fueras capaz de verte con mis ojos. Si tú te vieras como yo lo hago, tus miedos se harían pequeños y a tus temblorosas piernas les acompañarían siempre unos firmes pasos. Mi dulce, soñadora, inquieta, guerrera y tenaz, niña. Verías que tú regalas alegría con gesto delicado. Dejarías atrás las amargas lágrimas, dibujarías una eterna sonrisa en tu rostro si te vieras... como yo lo hago. Renuevas el aire a tu paso, decidida, natural, a veces te permites ser encantadoramente traviesa.  Entregas tu alma sin condiciones, no puedes evitarlo así danzas con l

¿Olvidar?

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Quisiera tener una habilidad imposible: extirpar un recuerdo. En el fondo, solo  me gustaría poder borrar algunos fragmentos que se instauraron permanentemente. Esos que aparecen como una visión borrosa de imágenes,  sonidos y palabras. Esos pedacitos de mi memoria,  que me siguen produciendo amargura. Quisiera tener esa habilidad, aunque sé que e s imposible deshacer los hechos, asumo que lo hecho quedó hecho.  Aunque cruel, aunque desgarrador. Se instaló en el interior,  en un lugar tan profundo en el que nacieron fuertes raíces.  Es inevitable recordarlo,  porque fue un terrible huracán que me devastó demasiado... aunque hoy no se aprecie, sé que pintó de oscuro parte de mi alma. Era necesario hablar,  porque apresado en la mente parecía no haber ocurrido.  Aunque cada sílaba fuera acompañada de una laguna,  de un viento o un quejido. Es respetable querer olvidar (aunque imposible),  pues la herida seguirá abierta hasta que habite en el infierno. Pero mi pensamiento derrama r

El rincón del escaparate

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Caminaba deprisa como de costumbre, esquivando la multitud de personas que paseaban despreocupadas. Me detuve un instante a contemplar un escaparate de una pequeña tienda. El lugar evocaba algo especial, un acogedor entorno familiar. Me llamó la atención una muñeca de trapo. Su cabello peinado con un gran moño gris y sobre su vestido  blanco un delantal de cuadros. En su cara aniñada, brillaban unas gafas doradas que acababan de darle un aspecto de entrañable anciana.   Sobrecogida, me quedé largo rato observando esa muñeca, no podía acabar de creer lo que veía... era  una réplica casi exacta de una muñeca que tuve de niña. Sin pensarlo entré para preguntar por ella, necesitaba comprarla. Tras el mostrador, un joven distraído envolvía una escultura de un dragón negro.  - Disculpa, casi he terminado, te atiendo enseguida.- me dijo amablemente. Me entretuve observando los objetos. En el comercio, se exhibían artículos de un estilo particular, algunas obras artesanas y objet

En el cuarto cerrado

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Nora ya peinaba canas, pero seguía aferrada a una ilusión pasada. Cada viernes noche, seguía la misma rutina sin variar ni un ápice. La soledad era su compañera de hogar desde hacía varios años. Nora era mujer de vida sencilla y se permitía más bien pocos caprichos, pero la noche del viernes era diferente, era su momento.  A pesar de haberse prejubilado, Nora mantenía una vida muy activa. Colaboraba en el comedor social del barrio. Era voluntaria en la antigua biblioteca donde ayudaba a los chicos en sus tareas. Era una apasionada del arte, organizaba talleres de dibujo y pintura en el local social. El último año, había descubierto una nueva afición, la jardinería. Pasaba las mañanas ornamentado su jardín y había iniciado un nuevo proyecto, un pequeño huerto.  Nora, era una mujer respetada por la comunidad por su larga trayectoria profesional. En aquel pueblo tan pequeño, todos la recordaban como la más afable enfermera que había pasado por el ambulatorio. Mientras trabajaba, siempre

Miradas en el espejo

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Era un acto social de mero compromiso. Leyre había acudido por la insistencia de su hermana, Martina. Le insistió en que se estaba aislando del mundo después de la enfermedad, que debía seguir adelante con su vida y relacionarse más. Su hermana se mostró inflexible y con un persistente tono, Leyre acabó por aceptar que  era lo que más le convenía. En el fondo, no lo hizo por los argumentos de Martina, si no porque sabía que si asistía a la boda, tendría un poco de espacio para respirar, su hermana dejaría de estar pendiente de ella, al menos por un tiempo. Haciendo de tripas corazón, acudió al evento en el que se sentía   completamente fuera de lugar. Llevaba todo el día evitando quedarse demasiado rato con sus familiares. Una situación verdaderamente paradójica, pues ese escenario le permitía poco margen de huida. Después del interminable banquete, empezó de verdad la fiesta. Los invitados se trasladaron a la gran terraza junto a la piscina. La gente se aglomeraba ante la barra lib