jueves, 31 de diciembre de 2015

Retales capturados. 4


Último día del año, y seguramente muchos estaréis haciendo balance de lo que os dejó este 2015 en vuestra vida. 
En mi vida, las letras han dejado una huella difícil de borrar. En 2015 nació enlazando retales, y como un reto personal he ido publicando contenido con la regularidad que me había propuesto, tarea nada fácil cuando hay mil cosas que te ocupan el día a día... dedicar un momento a una pequeña pasión se convierte en algo complicado. 

Este 2015, a nivel personal me ha traído muchos cambios. Verdaderamente, todo un salto al vacío, pero con el que hallé la estabilidad personal que necesitaba. Tan solo deseo que el próximo año continúe de la misma forma que lo termino.  Que se mantenga esta tranquilidad interior, que las ilusiones sigan creciendo y que no me falten sueños por realizar.


Para despedir este 2015, os dejo con la cuarta entrega de retales capturados. Aquí os dejo, como siempre  los enlaces a las entradas y una imagen con un fragmento. Hoy por ser la última captura del año, he decidido incluir algunos más y finalizar así esta sección del 2015.



























En mí nace una voz, que me susurra insistente al oído ideas. Palabras que dibujan imágenes, imágenes que afloran en palabras.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Ser

Deseo mirar atrás y ver con claridad esas huellas que me recuerden haber estado viva. Despeinarme con el viento, sentir la lluvia fría sobre la cara, reír hasta el llanto y quedarme sin aliento.  

Apresar cada uno de los besos dados, revivir al cerrar los ojos esa emoción que desprenden los besos robados. Abrazarme a la ilusión que me dieron todos esos besos anhelados, esos que guardé en mis labios.

Sentir que me equivoqué en alguna ocasión, que mis acciones me rasparon las rodillas, las palmas de las manos, incluso el corazón. Que quizás algunas veces me arrepentí, pero seguí adelante con ese pesar. Esas heridas siempre me hicieron ser más humana. 

Quiero ver rostros alegres al mirar atrás. Que sonrían junto a mí, por nuestras aventuras, también por nuestras desdichas. Que tan sólo en una mirada entiendan la verdad,  que las palabras en su memoria  sean exactas a las mías, al recordar. Que nuestros brazos, aunque a veces se hayan añorado siempre estén abiertos ante el 
encuentro.




Necesito un tiempo de entrega, también de esperar la cosecha.  Mis manos siempre atentas, mis ojos se mantienen a la espera, mi loco corazón siempre se impacienta. 
Quiero escribir con mis lágrimas oscuras noches para olvidar. Plasmar sonrisas al describir todos los instantes que pude celebrar.
Quiero alojar en mi memoria, cada una de esas señales que me recuerden... haber estado viva.

Al mirar atrás, quiero ver que mis huellas no se esfumaron sin sentido en el camino. Quiero ver que dejé un rastro, que mi paso por este  trepidante sendero llamado vida... fue real.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Instantes

La ciudad tenía otra magia de madrugada, lo descubrimos juntos por casualidad. Se estaba volviendo una costumbre pasear y charlar a aquellas horas. Esa noche empezó a llover cuando llegábamos a la calleja del medio. 
Son cuatro gotas pensamos, pero en solo unos minutos nos encontramos bajo la tormenta. En un instante se desató una fuerte tempestad, se apagaron todas las farolas. Los relámpagos azulaban los edificios y los truenos estremecían los cristales. 

Nunca me gustaron las tormentas, me hacían sentir insegura, vulnerable, fuera de control. Me miraste y te diste cuenta al instante de mi incomodidad. Hiciste un gesto indeciso, por un segundo creí que me rodearías con el brazo. En aquel callejón, en la más absoluta oscuridad agarraste fuerte mi mano, yo asustada, me acerqué más a ti. Cuando solo un centímetro nos separaba... creí rendirme, pero mi mente frenó a mis labios que morían por respirarte. 

Nos resguardamos de la lluvia bajo los balcones, agarrados de la mano y en silencio. Mi cuerpo se volvió incontrolable temblor. Ignorabas que la tormenta de verdad en ese momento, era yo. Mi cabeza estaba a punto de estallar por esa tensión. Tú aparentabas estar sereno, pero sentía el ritmo acelerado de tu respiración. De vez en cuando nos tranquilizabas con un firme apretón. Los dos guardando silencio, encontrando nuestras miradas tras cada resplandor. 

El viento alejó la tempestad, la lluvia caía más calmada. Entonces, me miraste con esos familiares ojos de niño travieso y enseguida te entendí. Sin soltarnos la mano, corrimos y saltamos bajo la lluvia hasta llegar a la plaza, el lugar en el que nos decíamos adiós. Empapados nos miramos y estallamos en carcajadas. Nos despedimos otra vez con un abrazo, esta vez ese momento fue más prolongado, más confiado. Dos besos en la mejilla, después un susurrado adiós... hasta el próximo paseo.


Arrepentimiento serían mis sueños esa noche, pensé, pues jamás estuvimos tan cerca... Pero en realidad fueron cálidas sonrisas, las que rondaron mi almohada esa madrugada . Sin saberlo esos noctámbulos encuentros, me daban razones para creer de nuevo en mí. Me abrazaste de palabras mostrándome lo más reservado, razones suficientes para atreverme a creer en ti. 
Al cubrirme con las sábanas, tan solo se dibujaba una imagen en mi cabeza. Nos recordaba confiados y prudentes bajo la tormenta. Soñé feliz, te sentía de verdad a mi lado. Ahora, la vida se detenía en esos instantes. 


jueves, 10 de diciembre de 2015

Letras desveladas

Debo dejar de escribirte cartas de madrugada, me repito constantemente... Durante el día es llevadero no pensarte, pero cuando la luna refleja en mi ventana,  mi cabeza siempre se rinde. 
Esas cartas que miro antes de dormir, reposan sobre mi mesita de noche perfectamente cerradas. Desprenden un amargo olor de abandono,  parece que ya lo presientan... jamás serán enviadas.

Hoy he vuelto a faltar a mi palabra, son las tres de la mañana y firmo la última carta algo temblorosa. Bueno, no es una firma, al final de cada una de las cartas siempre dibujo un símbolo, nuestro símbolo. ¿Recuerdas aquel que vimos al atardecer gravado en las rocas? 

No consigo olvidar las tardes refugiados en la caleta. Aquella última tarde, es la que más persiste en mi recuerdo. Los dos eramos conscientes la vuelta a la realidad estaba ya en el ambiente, olía a final de verano. Te presentaste sin avisar, como de costumbre, en mi puerta y en unos minutos los dos rodábamos sobre las curvas. Yo me aferraba fuerte a tu cintura y tú me mirabas divertido. El viento como testigo de que aquello no era un sueño.
Al llegar a la caleta estaba desierta, como reservada para los dos. Eramos la libertad, me decías al oído mientras acariciabas mi espalda. Yo sonreía, y dibujaba círculos imperfectos en la arena. Ahora me parecía tan irreal aquel momento... y la vez tan perfecto.

Debo dejar de escribirte cartas de madrugada me repito constantemente, pero... ¿cómo logro contener todo lo que me dejaste dentro? Ahora las letras son lo único que tengo. Nos dejamos marchar, era lo más lógico... eramos libertad.

Solía volver a aquella playa apartada, cuando te echaba de menos. Fueron demasiadas ocasiones, más de la que quisiera reconocer, lo admito. Eso leerías en mis cartas, si alguna vez tuviera valor de enviarlas. 
Me sentaba a escribirte, mirando aquella espiral alada, enjugando alguna lágrima, esgrimiendo alguna sonrisa. 
Ese era el lugar donde nos reencontraba. 
Allí regresé esta tarde, en un segundo se destruyó ese dulce recuerdo. Te reconocí al instante jamás esperé encontrarte en la caleta después de tanto tiempo. Me sentí tan pequeña al verte... con ella, cogidos de la mano y perdidos en un beso. 

Debo dejar de escribirte cartas de madrugada, me repito constantemente... Mientras dibujo de nuevo ese maldito símbolo, mis labios se adormecen en ese recuerdo.









jueves, 3 de diciembre de 2015

Antídoto

Una sonrisa de niña se dibuja en mi cara, cuando recuerdo ese momento. Fue un instante de consuelo, de amparo y de entrega. Quizás para el mundo no merezca importancia, pero encontré en ese abrazo trasnochado un resquicio perdido de mí. 


Había estado de mal humor toda la semana, confieso que ni yo misma entiendo cómo mis emociones son tan tortuosas en algunas ocasiones. Llené el vaso hasta rebosar... ese jueves no podría haber ido peor... Esa familiar sensación se manifestaba de nuevo,  siempre empezaba de la misma forma. 
La intranquilidad iba creciendo dentro de mí. Le seguía la falta de control de la situación y después... Después ya no era yo. Irrealidad,  vértigo y una imperiosa necesidad de huir. El problema venía cuando empezaba a correr hacia la nada, después de un buen rato, me detenía un instante confusa. ¿A dónde ir? Realmente estaba huyendo de mí... un error, una contradicción.  Esa repugnante angustia estaba aferrada a mi vientre, se propagaba por todo mi cuerpo como mortal veneno. 

En la oscuridad del camino perdida, desorientada, agonizante... me detuve. No recordaba cuánto tiempo llevaba huyendo... Inútilmente trataba de liberarme de ese envenenamiento. Entonces a lo lejos como una luz entre mis tinieblas, apareciste. 
Inoportuna casualidad pensé, avergonzada por no poder articular ni una palabra coherente. Mi estremecida piel relucía por la mezcla del frío sudor y las ardientes lágrimas. Mi voz sin un leve aliento, mis labios tiritando, jamás sentí ser tan vulnerable.

Te acercaste sin decirme nada, pero inmediatamente lo vi en tus ojos, no me dejarías marchar. Una brizna de preocupación se reflejaba en tu rostro, pero te mostraste calmado y sereno. Te bastó una mirada, para comprender lo que debías hacer. Me tendiste un cálido abrazo y acariciaste con dulzura mi pelo. 

Me dejé envolver en tus fuertes y seguros brazos, derramé apaciguadas lágrimas sobre tu hombro.  Cogiste mi cara entre tus decididas manos, tus labios me obsequiaron un tierno beso sobre la frente. En ese preciso instante, sanaste por completo mi ser. Mis ojos se calmaron, podían ver con claridad que ese era el lugar al que debía llegar. Entre tus brazos siempre me sentía a salvo, siempre serías mi antídoto.








PESPUNTE

Hay vínculos que se construyen bajo una confianza ciega. Solo basta una mirada para entender al otro. Debes sentirte afortunado si tienes  a personas así en tu vida. Pero recuerda...  mucha más fortuna es tener a alguien que nos deje abrazarle y darle consuelo. Pues cuando alguien acude a ti desamparado en busca de refugio, nos entrega lo más reservado de su ser, la desnudez de su alma.

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