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Mostrando entradas de diciembre, 2015

Retales capturados. 4

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Último día del año, y seguramente muchos estaréis haciendo balance de lo que os dejó este 2015 en vuestra vida.  En mi vida, las letras han dejado una huella difícil de borrar. En 2015 nació enlazando retales, y como un reto personal he ido publicando contenido con la regularidad que me había propuesto, tarea nada fácil cuando hay mil cosas que te ocupan el día a día... dedicar un momento a una pequeña pasión se convierte en algo complicado.  Este 2015, a nivel personal me ha traído muchos cambios. Verdaderamente, todo un salto al vacío, pero con el que hallé la estabilidad personal que necesitaba. Tan solo deseo que el próximo año continúe de la misma forma que lo termino.  Que se mantenga esta  tranquilidad interior, que las ilusiones sigan creciendo y que no me falten sueños por realizar. Para despedir este 2015, os dejo con la cuarta entrega de retales capturados. Aquí os dejo, como siempre  los enlaces a las entradas y una imagen con un fragmento. Hoy por ser la últ

Ser

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Deseo mirar atrás y ver con claridad esas huellas que me recuerden haber estado viva.  Despeinarme con el viento, sentir la lluvia fría sobre la cara, reír hasta el llanto y quedarme sin aliento.   Apresar cada uno de los besos dados, revivir al cerrar los ojos esa emoción que desprenden los besos robados. Abrazarme a la ilusión que me dieron todos esos besos anhelados, esos que guardé en mis labios. Sentir que me equivoqué en alguna ocasión, que mis acciones me rasparon las rodillas, las palmas de las manos, incluso el corazón. Que quizás algunas veces me arrepentí, pero seguí adelante con ese pesar. Esas heridas siempre me hicieron ser más humana.  Quiero ver rostros alegres al mirar atrás. Que sonrían junto a mí, por nuestras aventuras, también por nuestras desdichas. Que tan sólo en una mirada entiendan la verdad,  que las palabras en su memoria  sean exactas a las mías, al recordar. Que nuestros brazos, aunque a veces se hayan añorado siempre estén abiertos ante el  e

Instantes

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La ciudad tenía otra magia de madrugada, lo descubrimos juntos por casualidad. Se estaba  volviendo una costumbre pasear y charlar a aquellas horas. Esa noche empezó a llover cuando llegábamos a la calleja del medio.  Son cuatro gotas pensamos, pero en solo unos minutos nos encontramos bajo la tormenta. En un instante se desató una fuerte tempestad, se apagaron todas las farolas.  Los relámpagos azulaban los edificios y los truenos estremecían los cristales.  Nunca me gustaron las tormentas, me hacían sentir insegura, vulnerable, fuera de control. Me miraste y te diste cuenta al instante de mi incomodidad. Hiciste un gesto indeciso, por un segundo creí que me rodearías con el brazo.  En aquel callejón, en la más absoluta oscuridad agarraste fuerte mi mano, yo asustada, me acerqué más a ti. Cuando solo un centímetro nos separaba... creí rendirme, pero mi mente frenó a mis labios que morían por respirarte.  Nos resguardamos de la lluvia bajo los balcones, agarrados de la mano y en

Letras desveladas

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Debo dejar de escribirte cartas de madrugada, me repito constantemente... Durante el día es llevadero no pensarte, pero cuando la luna refleja en mi ventana,  mi cabeza siempre se rinde.  Esas cartas que miro antes de dormir, reposan sobre mi mesita de noche perfectamente cerradas. Desprenden un amargo olor de abandono,  parece que ya lo presientan... jamás serán enviadas. Hoy he vuelto a faltar a mi palabra, son las tres de la mañana y firmo la última carta algo temblorosa. Bueno, no es una firma, al final de cada una de las cartas siempre dibujo un símbolo, nuestro símbolo. ¿Recuerdas aquel que vimos al atardecer gravado en las rocas?  No consigo olvidar las tardes refugiados en la caleta.  Aquella última tarde, es la que más persiste en mi recuerdo. Los dos eramos conscientes la vuelta a la realidad estaba ya en el ambiente,  olía a final de verano.  Te presentaste sin avisar, como de costumbre, en mi puerta y en unos minutos los dos rodábamos sobre las curvas. Yo me aferraba f

Antídoto

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Una sonrisa de niña se dibuja en mi cara, cuando recuerdo ese momento. Fue un instante de consuelo, de amparo y de entrega. Quizás para el mundo no merezca importancia, pero encontré en ese abrazo trasnochado un resquicio perdido de mí.  Había estado de mal humor toda la semana, confieso que ni yo misma entiendo cómo mis emociones son tan tortuosas en algunas ocasiones. Llené el vaso hasta rebosar... ese jueves no podría haber ido peor... Esa familiar sensación se manifestaba de nuevo,  siempre empezaba de la misma forma.  La intranquilidad iba creciendo dentro de mí. Le seguía la falta de control de la situación y después... Después ya no era yo. Irrealidad,  vértigo y una imperiosa necesidad de huir. El problema venía cuando empezaba a correr hacia la nada, después de un buen rato, me detenía un instante confusa. ¿A dónde ir?  Realmente estaba huyendo de mí... un error, una contradicción.   Esa repugnante angustia estaba aferrada a mi vientre, se propagaba por todo mi cuerpo com